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miércoles, 31 de julio de 2013

Anorexia nerviosa

Recibí una llamada de la Emergencia del Hospital solicitando la evaluación de un joven de 16 años de quien sospechaban que tenía anorexia nerviosa. Apenas al llegar, vimos a Fernando en una silla de ruedas, enfundado en ropa grande y gruesa, que no era apropiada para este calor veraniego.
Parecía un niño de 12 años, máximo 13 años. Los dos padres estaban a su costado tomándole de la mano. Cuando me presenté, ellos me miraron con esperanza. “Lo que pasa es que nuestro hijo, desde hace un año, ha empezado a bajar de peso. A él le decimos oso porque hasta hace un año era gordito y parece que sus compañeros de salón empezaron a fastidiarlo bastante y de un momento a otro empezó a bajar de peso. Al comienzo nosotros nos alegramos porque dejaba de comer comida chatarra y dulces. En ese entonces pesaba 63 kilos mi osito, y ahora como usted puede verlo apenas llega a pesar 33 kilos, y eso que es alto. Ahora parece que se fuera a quebrar.”
La madre le arreglaba la ropa, lo abrigaba ante tanto calor.
Fernando me miraba pálido, temeroso, con ojos grandes y hundidos, la piel seca, los labios resecos, agrietados, cabello seco y quebradizo, me extendió una mano que más parecía un ramillete de largos dedos. Miré que respiraba con dificultad y que tenía los pies hinchados.
“Lo hemos traído doctor porque ahora ya no quiere tomar ni agua. Dice que está muy gordo aún cuando todos le decimos que está demasiado delgado. Al comienzo dejó de comer las comidas con aceite, luego disminuyó el arroz, y poco a poco fue dejando de comer. Nos obligó a comprarle una balanza y todo tipo de alimentos Light, que tengan bajas calorías y baja grasa. Ahora se pone a mirar las etiquetas y a contar las calorías, sabía qué cantidad de calorías iba a ingerir y como siempre le parecía que comía de más, entonces se desesperaba y empezaba a caminar como loco por toda la casa. Hubo un tiempo en que nos engañaba y dejaba la comida en sus bolsillos. Ahora cuando lo obligamos a sentarse junto con nosotros a la mesa, tiene que tener un rollo de papel higiénico consigo. Y cree que no nos damos cuenta que cuando toma un trago de avena, se limpia la boca con el papel higiénico allí lo va devolviendo, y al final del desayuno, junto a las tazas vacías tenemos un montículo de papel higiénico mezclado con comida. Ya no sabemos qué hacer, le hemos rogado, nos hemos puesto rígidos y al final lo hemos amenazado, y aún así no quiere comer. Lleva tres días sin comer, dice que tiene mucho frío y que no puede dormir ni en el día ni en la noche. Hace dos días que casi no toma agua, solamente se moja los labios. En lo que no ha bajado, es en su rendimiento escolar, el año pasado terminó su año escolar con notas sobresalientes, lee muchos libros, bastantes.”
Fernando es un joven que tiene la enfermedad llamada Anorexia Nerviosa, no es muy frecuente en varones. Es más, por cada diez pacientes que tienen anorexia nerviosa, nueve son mujeres y un varón. Al evaluar a Fernando nos dimos cuenta de que requería urgente una hospitalización, pero no en una sala de hospitalización común, sino en una sala de Cuidados intensivos, sus funciones vitales también estaban disminuidas. Hicimos las interconsultas correspondientes con las distintas especialidades, y gracias a eso Fernando todavía está con vida.
Ahora que ha pasado a la Sala de Hospitalización de Psiquiatría Infanto Juvenil, donde se está recuperando poco a poco, sus padres muestran su agradecimiento.
“Muchas gracias por evitar que mi hijo se muriera, doctor”.
Ya para esto le expliqué el tratamiento es largo, que requeriremos el apoyo de la familia, porque el tratamiento puede durar, dos, tres, cinco años. Y que, como en todo problema psiquiátrico se requiere que tanto el paciente, como la familia del paciente, tomen Conciencia de Enfermedad, de que algo está sucediendo con ellos.
Tengo fe en la recuperación de Fernando, esperanza en alcanzarla, para que pueda vivir su vida de joven, en concordancia con el amor a la humanidad.

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