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sábado, 27 de julio de 2013

¿Ludopatía?

Es mucho más frecuente que una madre lleve a consulta a un menor, a que acudan ambos padres, y es menos frecuente que sea solamente el padre el que acuda con el niño.
Esta vez acuden ambos padres con un menor de cinco años de edad. Mientras la madre empieza a hablar, el niño se desprende de sus brazos y se pone a explorar el consultorio ante la mirada permisiva del padre: se sube a una silla y prende y apaga la luz, gira el control de los ventiladores, se acerca a la ventana, jala las cortinas y luego empieza a apilar las sillas. Yo aprovecho, sin intervenir, los escasos minutos de la consulta, para observar la conducta del niño y la de sus padres.
El papá lo mira sin decir nada y la mamá lo amenaza y le dice que no le va a comprar las golosinas que le prometió. Por breves instantes el niño se tranquiliza, pero luego volver a moverse dentro y fuera del consultorio.
Entonces, la mamá abre su cartera y saca un PSP (Play Station Portatil), se lo enseña al niño y éste corre desesperado mirando a la madre, quien se lo entrega no sin antes darle un sermón.
La madre dice: “Doctor lo traigo porque mucho le gusta jugar en la computadora, yo lo grito y parece que fuera sordo, no me escucha, hasta en el Internet para jugando. Y menos mal que ya retiraron la máquina china que había en la puerta de la bodega, porque a cada rato venía en forma insistente, a pedirme cincuenta céntimos para jugar. Todos me han dicho que mi hijo sufre de Ludopatía: los profesores, mis vecinos y mi familia. Se queda jugando hasta tarde en Internet, y cuando le digo que apague la computadora no me hace caso, y cuando apago la llave general de la luz, se pone a chillar como si lo estuviera descuartizando. Es por eso que nuevamente tengo que prenderle la computadora”.
“Y hace ocho meses que nació su hermanito menor, y se desquita con él, parece como si no lo quisiera, le pega y lo hace llorar. Yo puse el Internet porque mi hermano, que está en la Universidad lo necesita, pero a veces los dos se ponen a jugar. A su papá, que es más débil de carácter, no le hace nada de caso, y a mí, solamente cuando me molesto y lo grito”.
“Yo preferiría, Doctor, que me le recete una pastilla para darle en las mañanas, porque de noche, cuando regreso de trabajar, yo ya lo encuentro dormido; y su abuelita, que lo engríe mucho, dice que está muy pequeño para recibir pastillas y estoy segura de que no le va a dar de tomar las pastillas. En cambio, como yo entro a trabajar a las nueve de la mañana, yo me encargaría de darle la pastilla en las mañanas, para que deje de jugar. No se imagina el escándalo que me hizo para que le comprara ese aparatito con el cual ahora está entretenido, pasé mucha vergüenza, menos mal que con eso lo pude calmar”.
“A su papá, prácticamente lo ve los domingos, sale temprano a trabajar cuando los bebes están durmiendo y regresa cuando ya todos estamos acostados. Es que necesitamos del trabajo de los dos para poder mantenernos.”
“Al menor lo dejamos en la cuna y mi mamá lo va a recoger al mediodía, y después de esa hora se le juntan los dos, porque el mayor también sale del colegio, porque ya lo hemos puesto al Nido de 5 años. Es por eso que también decidí comprarle ese aparato para que se entretuviera y pudiera dejar en paz a la abuelita.”
“Pero ahora no quiero que siga enviciado con esto de los juegos por Internet, que ni al colegio quiere ir.”
El padre ha permanecido callado y, después que la madre termina de hablar, les digo que en este caso preferiría darles pastillas a los padres, y que lo que voy a recetarle al niño no son pastillas, tampoco ampollas, y que de ninguna manera lo podrán encontrar en las farmacias. Entonces tomo un recetario y escribo: Amor, en grandes dosis, mañana, tarde y noche; lo firmo, lo sello y se los entrego.
Y me tomo todo el tiempo del mundo para explicarle lo que engloba la palabra amor: respeto, cuidado, protección, responsabilidad, etc. Les digo que para la próxima consulta no traigan al niño, que vengan ellos solos tanto para Terapia de Padres, como en Terapia de grupo de padres.
Cuando se retiran, me quedo pensando en la cantidad de niños que traen a sus padres a la consulta. Sin embargo, los padres creen que son ellos los que traen a sus hijos al consultorio.

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