Buscar este blog

sábado, 27 de julio de 2013

Ludopatía

Jorge Luis es un paciente de 33 años de edad, obrero, trabajador de una fábrica de moldes metálicos para hacer botellas plásticas, que lleva laborando desde los 18 años. Ocasionalmente toma alcohol y hasta hace tres años era un padre ejemplar. Está casado y tiene dos hijas.
Parecería que su vida estaba completamente realizada, cuando una tarde, de hace tres años, un amigo lo invitó a entrar a un casino. “Nunca había pisado un casino antes, tampoco me había gustado jugar a las cartas. Al comienzo no entendía como la gente podía estar horas y horas frente a una máquina pulsando un botón o jalando una palanquita. Pero esa tarde parecía que era un milagro: primera vez que jugaba y la máquina resultó pagándome treinta veces lo que había apostado. Esa vez me sirvió para pagar la escolaridad de mis hijas. Pero no pasó ni una semana y regresé a jugar, esta vez sin mi amigo. Al final perdí todo mi sueldo de la quincena. No sabía qué hacer, no quería regresar a mi casa, no sabía qué le iba a decir a mi esposa. Al final le mentí y le dije que me habían robado.”.
Actualmente Jorge Luis se encuentra nuevamente hospitalizado. La semana pasada recayó después de haber estado sin jugar casi un año. “En dos semanas cumpliría un año de estar invicto, sin jugar nada. Y yo me creía el rey del mundo y para probarme, me dije: voy a pasar por delante del casino con el sueldo recién pagado, yo estoy seguro de que ya no recaeré. Y no sé cómo, se me entró la idea de que podía pagar todas mis deudas si solamente jugaba una sola vez. Parecía que estaba ciego, que una fuerza extraña me impulsaba y me decía que esta vez iba a ganar. Apenas entré las anfitrionas me invitaron un café y me trajeron sánguches. Y al poco rato, había perdido todo mi dinero. El tiempo pasa rápido dentro del casino. Cuando llegué a casa, mi esposa me miró y parecía como que ya sabía que había estado jugando.”
“Hace tres años, cuando empecé a jugar, mi vida se fue transformando de a pocos, podía pasarme toda la noche dentro del casino, al día siguiente salía solamente para asearme y después ni me importaba asearme. Al comienzo mentía a mi esposa, a mi familia, a mis jefes, les pedía dinero a mis compañeros y no les devolvía. Pedía préstamos y cada vez me endeudaba más. Hipotequé mi casa y vendí mi carrito a precio de regalo. Todo por seguir jugando. Cuando perdía salía pensando que debería regresar para recuperar lo perdido. Y cuando ganaba, pensaba que debía regresar porque estaba de buena racha y volvería a ganar. Cada vez aumentaba más el dinero que perdía. Parecía que el dinero perdía su valor. Por ejemplo veinte soles eran como veinte centavos, no valía nada en la máquina. Y yo aumentaba el monto cada día. Todo el día pensaba en ir a jugar. Es más, caminaba por la calle y la música y sonidos de la máquina me seguían por todos lados, hasta cuando me acostaba, los seguía escuchando antes de dormir. Al comienzo mi esposa pensaba que la estaba engañando con otra mujer, ya ni tenía ganas de dormir con ella.”
“Yo no sabía que esto era una enfermedad, pensaba que era simplemente un vicio y que lo dejaría en el momento en que yo quisiera. Pero esto era un autoengaño. Cada vez estaba peor, pedía permisos en mi trabajo. Casi pierdo mi trabajo, mi familia, mi casa. Hasta que un día, cuando no tenía nada de dinero y mi esposa se había ido a vivir con su mamá, me avisaron que mi hija menor estaba con fiebre y muy grave. Fui a pedir prestado a varios amigos y familiares, pero ya nadie me creía. Ese día hasta pensé en robar. Menos mal que todavía contábamos con el seguro social y mi esposa la llevó de emergencia. Esa vez le juré que si se mejoraba, dejaría de jugar para siempre.”
“Y esa vez me hospitalizaron, estuve como quince días. Tenía terapias todos los días, aprendí muchas cosas, me dijeron que no me convenía frecuentar a los amigos que había hecho en los casinos, que tampoco pasara delante de los casinos ni para probarme, que procurara andar con el dinero necesario para los pasajes. Y como mi esposa me apoyó en mi recuperación, los primeros meses, ella me acompañaba a cobrar y ella distribuía el dinero para los gastos y para pagar las múltiples deudas.”
“Recuperé mi trabajo, mi familia, mi nueva vida. Y no se me ocurre cómo es que me engañé y resulté metido en el casino después de casi un año de abstinencia. Había asistido a grupos de ayuda mutua, grupos de jugadores anónimos, me sabía de memoria los doce pasos, pero nada de eso me sirvió. Me dejé vencer por mi soberbia.”
“Ahora que estoy hospitalizado nuevamente, pienso que es necesario continuar con las terapias, que es necesario apostar por mi vida, por mi nueva vida.”
Lo que me cuenta Jorge Luis, no es algo nuevo, ya un grande de la literatura mundial como lo es el ruso Fedor Dostoievski, ha descrito de manera prolija lo que piensa y siente un ludópata en su obra El jugador.
Miro a Jorge Luis, y pienso que todavía está a tiempo para recomenzar su vida, su nueva vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario