El diagnóstico de Trastorno Obsesivo Compulsivo que tuvo Stephanie, no fue ningún problema. Le pedimos algunos análisis y una Tomografía Axial Computarizada Cerebral, solamente para descartar que hubiera la pequeña posibilidad de que tuviera un problema orgánico; porque en toda mi vida profesional como psiquiatra, solamente he visto un caso de un paciente que empezó con los mismos síntomas y que tenía un tumor de células gliales, que son células cerebrales que básicamente sirven de sostén a las neuronas. Este tumor estaba localizado en la región temporal derecha del cerebro, y el paciente había empezado con síntomas obsesivos de suciedad y actos compulsivos de limpieza.
Cuando le di el diagnóstico a la madre, y le planteé el tratamiento integral, observé una mirada de angustia en la madre. “Mire, yo soy enfermera, estoy de acuerdo en empezar la psicoterapia individual, la psicoterapia grupal de mi hija, también estoy de acuerdo con empezar la psicoterapia de padres, pero tengo ciertos reparos en iniciar el tratamiento psicofarmacológico, no sé, pero no creo que mi hija necesite pastillas”. Le dije que lo conversaran con la familia y que luego me dijeran su opinión.
A la siguiente consulta acudió Stephanie con sus padres, ella se sentó muy cerca a su madre y el padre estuvo un poco más alejado. “Doctor, me dijo la madre, nosotros estamos separados hace tres años por razones que no queremos discutir delante de mi niña, pero ya he hablado con mi esposo que es médico y que él está de acuerdo en iniciar con las pastillas. Pero yo sigo con la idea de que no es necesario iniciar los medicamentos. Pienso que si esto es originado porque mi Stephanie está así, porque su padre ha dejado de visitarla y de llamarla, y hace como tres meses, cuando empezó este problema del atoro que tuvo mi hija, su padre aquí presente la ha estado presionando para que sea la mejor de la clase, la número uno, y yo creo que por esto está ella así… Pienso que como su cerebro está muy ocupado con tantas cosas, ella está gastando serotonina y eso la ha enfermado”. El esposo se dirigió a mi sin mirar a su esposa: “Mire colega, yo soy médico pediatra y comprendo la necesidad de usar los fármacos antidepresivos que se indican en estos trastornos. Sé también que la psicoterapia es necesaria conjuntamente con los medicamentos”.
Miré a la madre y le expliqué que necesitaba que ella estuviera también comprometida en el tratamiento psicofarmacológico, que el tratamiento era integral, y que en este caso era necesario iniciar la medicación. Al no obtener respuesta positiva, les dije que ya había tenido padres de pacientes que no estaban completamente comprometidos y que de una forma no consciente, habían boicoteado el tratamiento, es por eso que era necesario que se pusieran de acuerdo y que cuando ya estuvieran convencidos todos, regresaran para iniciar el tratamiento farmacológico. Les dije además que podían consultar con una segunda opinión y hasta con una tercera. Además les recordé, como les recuerdo a la mayoría de padres separados, que los padres podrán estar divorciados entre ellos, pero los padres nunca se divorcian de los hijos.
A las tres semanas regresaron los tres y esta vez la madre ya estaba de acuerdo con iniciar el tratamiento con las pastillas. Le pregunté cómo es que se había convencido de la necesidad de los fármacos y me dijo que había hablado con otros médicos de su hospital, que le habían dicho lo mismo, que había investigado y que se había angustiado con toda la lista de efectos adversos y colaterales de los medicamentos, pero que al final de todo veía que su hija estaba empeorando. “Es por eso que me decidí, doctor”.
Actualmente acuden varios pacientes recomendados por la madre de Stephanie y para mi es una muestra de su satisfacción por la recuperación de su hija.
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