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sábado, 20 de julio de 2013

Mutismo

A pocos minutos de terminar la jornada de un lunes, se acercó una familia, conformada por una paciente de 13 años, un lactante de 3 meses y los padres, suplicando se les otorgara una consulta adicional para el mismo día. Me dijeron que eran de Oxapampa y que venían con una Hoja de referencia donde decía que la cita sería para dentro de un mes y medio. Angustiados me dijeron que desde hacía siete días Katty, de trece años, había dejado repentinamente de hablar, se había vuelto muda de un momento a otro.
Mientras el enfermero ayudaba con los trámites para agilizar la atención les hice pasar y se sentaron frente a mí. Por un lado la madre con su hijo lactante, y un poco más distantes, el padre abrazando a su hija Katty. Entonces inicié la Historia Clínica y el padre empezó a hablar:
“Todo estaba bien, hace siete días, el lunes de la semana pasada, mi hija se despertó con un ligero dolor de cabeza y dijo que no quería ir al colegio. Entonces mi esposa se puso seria y le dijo que de ninguna manera dejaría de ir, que ella debería seguir estudiando para el primer puesto. Entonces mi hija Katty se fue llorosa al colegio, allí estuvo conversando con sus amigas, y la profesora le dijo que saliera a la pizarra a resolver un problema. Mi hija no quería salir y la profesora la obligó. Cuando salió al frente fue que se quedó muda. Eran como las diez de la mañana. Desde ese momento mi hija no habló más. La llevamos a varios médicos, curanderos y nada. Fue entonces que nos dieron una cita para dentro de mes y medio acá en Lima, pero como estamos muy preocupados, decidimos venirnos por nuestra cuenta y suplicarle que nos atendiera cuanto antes.”
Katty seguía muy atenta a lo que el padre estaba diciendo y por momentos asentía con la cabeza cuando el padre decía algo referente a lo que le pasaba. Miraba a ambos padres y cuando miraba a su madre su rostro se endurecía. Y poco a poco sus ojos se fueron llenando de lágrimas. Cuando le hice algunas preguntas solamente se limitó a negar o a asentir con la cabeza. Fue entonces que el padre dijo que ella se comunicaba con ellos mediante la escritura.
“No sabemos qué le sucede, dijo la madre, en los papeles que escribe dice que me tiene cólera, y yo no sé porqué me tiene cólera, seguramente será por celos del nacimiento de su hermano, io porque yo la controlo de que no salga hasta muy tarde, de que no vaya al Internet durante tantas horas, de que se ponga a estudiar para que sea la primera de su clase, porque queremos lo mejor para ella. También sospechamos que está siendo víctima de acoso escolar, le hemos llevado a varios especialistas, y nos han enviado para acá”.
Le pregunté a Katty si estaba dispuesta a hospitalizarse para curarse, y ella, con los ojos llenos de lágrimas dijo que sí con la cabeza. Luego le pedí la autorización a los padres y los dos están de acuerdo. Entonces realizamos los papeleos administrativos y dentro de poco Katty fue hospitalizada. Durante la hospitalización, nos enteramos que el motivo del mutismo era a consecuencia de la dinámica familiar, un padre sumiso, condescendiente y sobreprotector, una madre autoritaria, perfeccionista y con muchas dificultades para dar y recibir cariño. Katty estaba enamorada secretamente de uno de sus vecinos, y la madre no dejaba pasar la oportunidad para hablar mal del chico y de su familia. Katty hacía todo lo posible para quedar bien ante los padres. Era la forma que ella había encontrado para recibir cariño de parte de sus padres, de la profesora y de todos los demás. Más tarde reclamaría que no recordaba que su madre le hubiera dicho alguna vez cuánto la quería, “ella es muy seca, nunca da muestras de cariño. Mi padre tampoco sabe decirlo, solamente me compra cosas”.
Durante el martes y el miércoles, observé que las demás pacientes hospitalizadas ayudaban mucho a Katty, le daban hojas en blanco y lapiceros para comunicarse y saber qué es lo que ella necesitaba. Pero se resistía a hablar. El jueves, mientras pasaba visita me percaté que tanto los pacientes como el personal de enfermería se esforzaban en decirle a cada instante, de que ella podía hablar, que lo intentara y que iba ver que las palabras volverían a brotar de su boca. Fue entonces que recordé a los viejos maestros e intenté la Prescripción del Síntoma. Reuní a todos los pacientes, también al personal de enfermería, y para que no quedaran dudas, dejé las indicaciones escritas en la Historia Clínica: por ningún motivo volverían a decirle de que hablara, y delante de todos le dije en voz alta y clara, “Katty, desde este momento estás impedida de hablar, no quiero que hables por ningún motivo, solamente tienes trece años, nosotros tenemos mucha paciencia y todo el tiempo del mundo para esperar a que te cures”.
Al día siguiente viernes, apenas ingresé a la sala de Hospitalización, se acercó sonriendo una de las pacientes y me dijo muy alegre, “Doctor, Katty, la muda, habló ayer en la tarde, parece que María le sacó un chucaque y lo primero que dijo fue: a, luego e, y después, se desató hablando. Ahora no hay quien la pare.”
Entonces se acercó Katty y lo primero que hizo fue preguntarme cuándo saldría de alta. Le dije que más tarde tendríamos reunión familiar y que allí trataríamos lo de su alta. Llegado el momento, les mencioné a los padres que el hecho de que Katty estuviera hablando no significaba de que ya estaba curada, que más bien era el inicio del proceso de curación de la familia. La madre aceptó de que no le daba cariño, no porque sea mala, o porque no amaba a su hija, sucedía de que a ella la habían criado así y que nunca le habían enseñado a dar ni a recibir afecto-
Después de una semana más, Katty salió de alta, para empezar su verdadera recuperación. De ella y de su familia.

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