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martes, 29 de octubre de 2013

Síndrome del Nido vacío

Simona es una paciente de aproximadamente 60 años, con la piel tostada por el sol, cabello lacio y entrecano recogido con una peineta hacia atrás. Trae un vestido celeste a la usanza del campo, calza unas hawaianas negras. Sus ojos rojos llenos de carnosidades se vuelven más pequeños y su voz se apaga antes de salir de su garganta. Viene acompañada de Pedro, su marido de toda la vida. Él viste camisa blanca, pantalón caqui, llanques y un sombrero de ala ancha.
Sin decirme nada ambos rompen a llorar. Luego, me hablan de que en sus tiempos nunca se ha visto que los hijos envíen a sus padres a los asilos, “fijese doctor, –dice Doña Simona–, este asilo que tenemos en Chulucanas ha estado vacío durante muchos años, sencillamente porque acá nadies estábamos acostumbrados a abandonar a nuestros ancestros en ningún lugar extraño. Por más enfermitos que se nos pusieran, siempre los cuidábamos y ellos tenían su lugar preferencial en nuestras casas. Claro, hasta que Diosito nos los recogía”.
Pedro tomaba de la mano a doña Simona, quien, mientras empezaba a hablar, sollozaba y se limpiaba las lágrimas con un pañuelo blanco, arrugado, que lo guardaba entre su seno.
“Yo no sé escribir, doctor, pero mis padres me han enseñado lo que es bueno y lo que es malo, también la vida me ha enseñado a criar once hijos, que pa qué le voy a mentir y decirle que me han salido malos, no. No me han salido malos, todos se acuerdan de nosotros”. “Nosotros nos comprometimos bien muchachos, yo apenas andaba por los quince años y mi Pedro por los diecisiete, y se nos dio la locura de irnos por Malinguitas, allá nos fuimos a buscar trabajo. Entonces le dieron trabajo como peón de chacra y a mí de cuidar los hijos de una señora blanca, creo que por eso ahora nuestros hijos nos han abandonado, creo que es como un castigo de Dios, solamente que nosotros regresamos como a los dos años”. “Cada dos años salí embarazada por este bandido, y gracias a Dios que ninguno se me murió, en ese tiempo teníamos bastantes hijos porque muchos se nos morían, y habíamos aprendido de los antiguos que debíamos hacer igual que con la cosecha, un tercio para el patrón, un tercio para las plagas y el resto para nosotros. Menos mal que mi Diosito no reclamó su parte y tampoco ninguna enfermedad me arrancó ninguno de mis hijos. Y todititos los once pudieron sobrevivir. Todos aprendieron un oficio, menos Miguel, el tercero, que quiso dedicarse a la chacra y que fue el primero que se fue con mujer. Ahora ya tengo tres nietos con él. Entonces fue idea de Pedro, de ir construyendo nuestra casita poquito a poquito, y así fue, primero de taraya, luego de quincha y al final de adobe, un cuarto para cada uno de nuestros hijos. Al principio no nos asustábamos cuando se iban yendo uno a uno, pensábamos que iban a regresar cada uno con nuestros nietos a volver a hacer bulla en la casa grande. Y al final quedó la Juana, la menor, que yo pensé que se iba a quedar soltera para cuidar de nuestra vejez, y lo peor de todo es que la muy bandida no nos dijo nada, de la noche a la mañana se mandó a mudar a Lima, con el hijo del albañil que nos construyó la casa. Sin decirnos nada se la robó. Apenas mandó una carta diciéndonos que la perdonáramos, que estaba bien y que estaba embarazada de mellizos. Yo no sé qué cosa le ven a Lima, que todititos se han ido para allá. Y es tan grande esa ciudad que ni siquiera entre ellos se visitan.” Y no podrá creer doctor, que ni el burro rebuzna a ninguna hora del día. Todos los animalitos están tristes, las plantitas se nos han secado, las lágrimas se nos han secado, la hamaca no se mueve ni con el viento, los petates están todos arrumados, apolillados. Y pareciera que estos árboles estuvieran apestados, porque ninguna banda de loros se atreve a alborotar el aire. Por eso estamos aquí, porque hasta se nos ha dado por andar peleándonos entre nosotros, hay días en que ni nos hablamos, que nos damos la espalda y ni siquiera tenemos fuerza para limpiar la casa”.
Después de escucharlos, les digo que en toda la naturaleza no existe ejemplos de leones que agranden sus cuevas para albergar a más cachorros, que no existen nidos de dos ni de tres pisos, que es más, los pájaros, apenas cumplen su misión de procrear, vuelan todos, aun dejando el nido vacío. Entonces les pregunto qué saben hacer y qué desean hacer con tanto tiempo libre. No es tan fácil el proceso de volver a empezar solos, como estuvieron al principio, aunque ahora con más edad.
Ahora sé que después de tiempo, ya no están tan tristes, y que actualmente tienen un próspero negocio de flores. De vez en cuando recibe la visita bulliciosa de los nietos “limeños”, y que nunca falta un jarrón de flores al centro de la mesa del comedor, ni en la percha de sus santos.

martes, 22 de octubre de 2013

Trastorno Ansioso (con conducta de evitación) de la Personalidad

Últimamente por alguna razón que desconozco, acuden pocos pacientes a la consulta. Probablemente por la larga espera en las citas del hospital o por los viajes primaverales de promoción.
Hace pocos días, salí a llamar varias veces y aparentemente no había ningún paciente para mí. Un joven, que estaba sentado en las sillas de la sala de espera, de vez en cuando me miraba cuando salía a llamar.
Hasta que después de una hora, se acercó tímidamente y me preguntó si yo lo había llamado. Verifiqué y le dije que lo había llamado tres veces y cómo fue que no me escuchó.
En realidad sí lo escuché, me dice posteriormente David, un joven de 17 años, próximo a cumplir 18. Pero ese es mi problema, que tengo mucho temor a enfrentarme con las personas adultas, hoy he venido solo, no le he querido decir ni a mi mamá ni a mi papá que me acompañen, tengo mucha vergüenza.
Mientras me contaba lo que le sucedía, recordaba a los personajes de los cuentos “Mi corbata”, de Manuel Beingolea y “Color modesto”, de Julio Ramón Ribeyro. No los recuerdo bien, pero ambos personajes tenían dificultades para realizar relaciones sociales con sus pares.
David decía, en cualquier situación, ya sea en el colegio o en su barrio, él se sentía inferior a los demás, que a pesar de tener el primer puesto de su promoción, se sentía un fracasado, no tenía enamorada, no sabía bailar ni destacaba en los deportes. En cierta medida envidiaba a los muchachos populares del salón. Cuando quería salir a exponer, lo pensaba muchas veces y si por él fuera no hubiera salido nunca al frente de la pizarra. A veces cuando tenía que sostener una posición durante el desarrollo de las clases, aún ahora que ya ingresó a la Universidad, le asaltaba el pensamiento de que su posición no tenía tanto valor como la de los demás. Y si alguien lo contradecía, resultaba dándole la razón y desistía de seguir sosteniendo su idea, llegando muchas veces a cambiarla aun cuando en el fondo supiera que la suya era la correcta.
Generalmente no asiste a las reuniones que organizan sus compañeros de estudios y si alguna vez lo hace, se queda en un rincón, sin animarse a sacar a bailar a ninguna amiga, y peor si es que la chica es desconocida. Cuando alguna vez, instigado por los amigos a que saliera a bailar, se ha visto forzado a hacerlo, mientras estaba tratando de bailar, lo asaltaba la idea de que no lo estaba haciendo bien y que seguramente pronto se burlarían de su baile. Aunque los compañeros no prestaban atención a sus pasos, a veces se tomaba tan en serio sus pensamientos de inferioridad, que en realidad de verdad se le entreveraban las piernas y resultaba cayéndose al piso, con pareja y todo.
Es por eso que vengo, para que usted me ayude. No soporto esta situación, me pongo muy nervioso ante los demás, me sudan las manos, se me acelera el corazón, siento como si mis oídos me palpitaran. Cuando voy a una reunión y alguien toma la palabra yo miro hacia la puerta para ver si puedo retirarme porque al toque pienso que de un momento a otro se va a producir el hecho de que pidan hablar a todas las personas, y que cuando me toque a mi voy a hacer el ridículo.
El martes pasado fue invitado al grupo de terapia de jóvenes y cuando cada uno iba diciendo el motivo por el cual estaban en terapia, yo lo miraba que estaba tranquilo. Cuando llegó su turno le realicé varias preguntas y pudo expresar ante sus doce compañeros que él estaba allí porque tenía miedo de hablar ante extraños, que le era muy difícil y hasta podía ponerse a tartamudear ante todo el auditorio y poco a poco estuvo como treinta minutos expresando de la manera más natural lo que pensaba y lo que sentía. Muchos se sintieron identificados con lo que le pasaba a David. Entonces, cuando terminamos le hice notar que había hablado sin tartamudear ni sentirse nervioso durante 30 minutos ante doce personas completamente extrañas. “Es que ellos también son pacientes”, alcanzó a decir, pero después calló y, con una sonrisa, comprendió que había empezado el proceso de su recuperación.

martes, 15 de octubre de 2013

Emo

Ayer caminando por el Centro de Lima, me crucé con un joven como de 15 años, delgado, vestido de negro, con varios piercings en la cara, expansores en las orejas y algunos tatuajes en los brazos. Pensé que hasta el momento no había visto personas maduras con este tipo de vestimenta; y recordé a Serafín, un joven que tenía 15 años cuando lo vi por primera vez en el año 2005, cuando realizaba la Subespecialidad de Psiquiatría de niños y adolescentes en el Hospital Rebagliati. Por ese entonces, en Lima, las personas se estaban preocupando porque estaba llegando una nueva moda de ciertos chicos y chicas que empezaban a vestirse de negro y a tener un tipo de vida bastante diferente.
Lucía, la madre, vino desconsolada a la consulta preguntándose qué había hecho mal para tener un hijo así, que ya había cortado sus brazos en varias oportunidades. Mi familia está formada en valores cristianos, yo soy cristiana evangélica y siempre le he dado lo mejor a mi familia. Creo que lo peor que pudimos hacer era darle todo lo que pedía, al comienzo no me percaté, pero cuando salíamos de compras siempre me pedía polos y pantalones de color negro, hasta que cuando ya nos dimos cuenta hasta había pintado su cuarto de color negro, el cabello no se lo quería cortar y se tapaba los ojos y no sé cómo puede mirar a través del cerquillo que le tapa toda la cara. Y cuando empezaba a pedirnos dinero le dijimos que se pusiera a trabajar y allí fue que empezó a ir a una tienda donde hacen tatuajes y se reúnen todos los muchachos que se visten así.
Serafín, respondía sin mirar y tenía pintados los ojos con una línea negra. Decía que no necesitaba que lo ayudaran, que se sentía bien estando deprimido, que no quería vivir, que le gustaba la música heavy metal y el hard rock, que estaba molesto porque su madre no le había comprado las zapatillas de marca que había pedido, y que con gran esfuerzo había logrado disminuir tres tallas en la ropa. Usaba un pantalón muy estrecho de eso denominados pitillo, muy ajustados al cuerpo, zapatillas negras con calaveras rosadas, uñas pintadas de negro y decía que si sus padres lo habían traído al mundo, ellos tendrían que soportarlo así como era y que no quería ni estudiar ni trabajar, y que sus padres deberían mantenerlo para toda su vida.
“Con mis amigos nos sentimos bien, salimos en las noches, entre varios porque en Los Olivos, que es donde vivimos, la vez pasada nos persiguieron unos pandilleros, a veces vamos a discotecas con una botella de Punto G o a veces la pasamos mejor en la casa de alguno de nosotros cuando nos enteramos de que sus padres no van a estar. Mis amigos me comprenden. Con ellos me siento bien. Para no engordar, al comienzo vomitaba apenas comía y después llegué a vomitar sin necesidad de hacer ningún esfuerzo. Ahora ya no vomito, simplemente no tengo hambre. No entiendo por qué mis padres me quieren cambiar mi forma de ser. Esta sociedad está podrida, nadie la podrá componer. No tengo ganas de seguir viviendo”.

Serafín inició tratamiento psicofarmacológico, y aun así se hospitalizó varias veces más, casi todas por intento o gesto suicida. Ya tenía cicatrices en ambos brazos y en el abdomen. Mientras tanto los padres acudían puntuales a sus citas y participaban de las Terapias de padres. Realizaron cambios radicales, como cambio de domicilio, aunque al poco tiempo Serafin volvió a tener nuevos amigos Emo; también los padres cambiaron de trabajo para poder compartir más tiempo con sus hijos. La hija menor, de doce años, decía que no le gustaba mirar a su hermano con esas heridas en los brazos. Poco a poco Serafín fue dejando el color negro de sus vestimentas, pero usaba algunos coloridos con calaveras, que también lo identificaban como Emo, llegó a cortarse un poco el cabello, pero seguía lacio y un poco cubriendo la cara. Al cumplir los 18 años perdió el Seguro Social y le perdí el rastro hasta que hace tres meses, recibí un correo electrónico de su madre donde me contaba que actualmente Serafín está estudiando en la Universidad y que se siente mucho mejor, que ya no usa el cabello estilo Emo, que ya tiene amigos diferentes, pero que están preocupados porque sigue escuchando música metálica, que inclusive fue al concierto de Iron Maiden que se realizó en Lima el 2011. Le respondí que no todos los procesos son iguales, que algunos demoran más que otros, pero que lo más importante en Serafín es que se siente mejor y que está siendo productivo. Y lo mejor de todo es que no ha vuelto a hospitalizarse.

Trastorno Límite de la Personalidad

Sussana es una madre joven de 22 años que acude con su menor hijo de 3 años mencionando que el niño no controla esfínteres y que es muy “malcriado”. Después de realizar la Historia Clínica del menor llego a la conclusión de que es la madre la que necesita ayuda. Entonces es que la derivo a Psiquiatría de adultos.
Sussana es hija de padres separados que en su temprana infancia sufrió violencia familiar, de parte del padre alcohólico y de la madre que en cierta forma se vengaba en ella, de todo lo que le padre “la hacía sufrir”. Y Sussana, para lograr las cosas había aprendido a hacer berrinches y algunas veces hasta a desmayarse. Creció odiando a ambos padres y a ella misma. Sus relaciones sentimentales con sus enamorados eran muy cortas y generalmente terminaban porque no le cumplían sus caprichos. Muchas veces los chantajeaba diciendo que se iba a matar, se cortaba los brazos, tomaba veneno o quería tirarse del puente, pero antes de hacerlo avisaba a todos sus familiares. Tres veces fue hospitalizada por ingerir medicamentos ansiolíticos que tomaba la madre. Todas estas veces fue tras haber tenido alguna discusión con sus enamorados.
Cuando conoció a Martín, el padre de su hijo, pensó que era el hombre de sus sueños y se enamoró perdidamente de él. La primera vez él se mostró cariñoso y tierno y se embriagaron de amor. Y así estuvieron enamorados como tres semanas, que vivieron intensamente entre escenas de celos, escándalos y reclamos. Sussana se llegó a cortar los antebrazos cuando vio un mensaje de amor de otra chica en el celular de Martín. Él negó todo y regresaron como enamorados.
Cuando se dio cuenta que no le venía la regla, se realizó un examen para descartar gestación y resultó que estaba embarazada. Ella fue feliz a comunicarle a Martín, y ante un primer momento, Martín lo negó y al final le propuso abortarlo. Entonces ella montó en cólera, empezó a gritar desesperada y golpeó a Martín en la cabeza con una botella. Desde ese tiempo ya no lo ve y está realizando un juicio para reconocimiento de paternidad. Ella vive con la madre y con su hermano mayor. Desde que dio a luz, ha moderado un poco su impulsividad, aunque todavía está muy agresiva con su hijo. Al comienzo le agradaba darle de lactar, pero después se mandó a colocar una ampolla para cortar la secreción láctea, porque decía que le hacía doler las mamas cuando el niño lactaba, que no la dejaba dormir lo suficiente y que se pasaba las noches en blanco por culpa del menor. A los tres meses consiguió un trabajo parcial de 6 horas, pero a propósito empezó a quedarse mayor tiempo en el trabajo, salía temprano de su casa y llegaba tarde para evitar cuidar de su hijo. Al comienzo la abuela cuidaba del nieto, pero cuando empezó a reclamarle que casi ni lo cuidaba, Sussana empezaba a gritar y a hacer escándalos en la casa. Entonces, la abuela, para evitar estos arrebatos de ira, tendía a quedarse callada.
El niño prácticamente fue criado por la abuela, controló esfínteres a los dos años, pero como la madre seguía teniendo decepciones amorosas, problemas en el trabajo, apenas el niño lloraba, lo gritaba e insultaba, aun cuando la abuela lo defendía. El niño empezó a despertarse de madrugada llorando muy asustado, volvió a orinarse y empezó a tartamudear. Prefería dormir en el dormitorio de la abuela.
Un día en que la encontraron tranquila, el hermano y la madre hablaron con Sussana y hasta solicitaron la cita con psiquiatría para el niño, a la cual accedió. Durante la consulta, después de narrar todo lo que le pasaba al niño y a ella, admitió que no amaba a su hijo, que se parecía mucho al padre del niño y que no podía soportar el recuerdo de aquel que la abandonó. Dijo que quería dar en adopción al menor.
La madre de Sussana, que había cambiado de religión, ahora es Testigo de Jehová, y dice que no puede concebir la idea de que una madre no pueda amar a su hijo y que lo quiera regalar. “Algo le está pasando a mi hijita, llega muy tarde a la casa, la llaman muchos chicos diciendo que son sus enamorados y llega mareada a la casa”.

Les explico a Sussana, a su madre y a su hermano, sobre el diagnóstico y sobre la necesidad de que Sussana sea vista y tratada por un psiquiatra de adultos. Me quedo con la esperanza de que mejorará su salud integral.

Trastorno Narcisista de la Personalidad

Marilinda es una adolescente de 16 años que sufre de anorexia nerviosa y se encuentra actualmente en tratamiento. Cuando conocí a su padre, de 48 años, recordé la historia griega de Narciso, en cuya mitología, Narciso desprecia a cuanta doncella se enamoraba de él. Eco, que era una ninfa que había sido condenada a repetir las últimas palabras de aquello que se le dijera, se enamoró de Narciso y cuando éste la despreció, ella, triste y desolada, se ocultó en una cueva y allí se fue consumiendo hasta quedar solamente su voz. Némesis, la diosa de la venganza hizo que Narciso se enamorara perdidamente de su imagen reflejada en una fuente, incapaz de dejar de contemplarse, acabó arrojándose a las aguas y murió ahogado. Dicen que de allí creció una hermosa flor que en honor a su memoria, lleva su nombre.
Y no era que el padre de Marilinda fuera hermoso, sino que llamaba poderosamente la atención su forma de comportarse.
Desde el primer día me dijo que, “como somos colegas, yo ya he estado tratando a mi hija por mi parte, que aunque tengo la especialidad de cirugía general, siempre me ha interesado la psiquiatría y muchas veces hasta corregía a los profesores de esos cursos. Además lo de mi hijita es una cosita muy leve, y ya está mucho mejor, solamente la he traído acá, no porque yo mismo no pueda curarla, sino que su madre dice que mejor es que la vea un psiquiatra en forma oficial. Yo me he leído la obra completa de Freud, ¿sabía usted que Freud le tenía fobia a los helechos, que prescribía y consumía cocaína, que debido al dolor que le producía el cáncer en la boca le pidió a su médico personal que le administrara una inyección de morfina y que fue esto lo que lo mató en 1939? Para que sepa usted coleguita que está conversando con uno de los mejores cirujanos de mi hospital, y como usted sabe, o debe recordar lo que nos decían los maestros antiguos: aquel que solamente medicina sabe, ni medicina sabe. Es por eso que también me gustaba leer mucho de psiquiatría. Yo no soy el jefe en mi hospital porque no quiero, ya que ostento los mejores pergaminos de todos mis colegas. Lo que pasa es que yo no quiero tantas responsabilidades. Solamente para que usted lo sepa, yo domino cinco idiomas, hablo y leo en francés, inglés, alemán, italiano y por supuesto el español. Y le vuelvo a repetir que no he venido a este hospital porque yo lo haya decidido, más bien me hubiera gustado, y creo que sería lo mejor para mi hijita, que la hubiéramos llevado a una clínica particular, pero su madre que es una terca, me obligó a venir para acá. A mí no me gusta esperar, así que le pido, doctor, que para la próxima, así lleguemos tarde, nos haga pasar primero, porque usted sabe doctor, nosotros somos colegas, y yo tengo muchas cosas importantes para hacer y los médicos no podemos estar esperando como los demás pacientes”.
Desde la primera sesión pude apreciar que el padre de Marilinda cumplía con todos los criterios diagnósticos de la clasificación de trastornos mentales DSM IV, para el Trastorno Narcisista de la Personalidad:
Un patrón general (en la imaginación o en el comportamiento), una necesidad de admiración y una falta de empatía, que empieza al principio de la edad adulta y que se da en diversos contextos, tal como lo indican cinco (o más) de los siguientes ítems:
1.- Un sentido grandioso de la propia importancia.
2.-Preocupación por fantasías de éxito, poder, brillo, belleza o amor ideal ilimitados.
3.- Cree que es especial y único y que solo pueden comprenderle, o sólo debería relacionarse con otras personas (o instituciones) especiales o de elevado estatus.
4.- Exige una admiración excesiva.
5.- Tiene una sensación de “estar en su derecho”, es decir, expectativas poco razonables de recibir un trato especial o la anuencia automática con sus expectativas.
6.- Tiende a la explotación interpersonal, es decir, saca provecho de los demás para lograr sus propios objetivos.
7.- Carece de empatía, es decir, es incapaz de reconocer o identificarse con los sentimientos y las necesidades de otras personas.
8.- A menudo tiene envidia de los demás o cree que los demás le tienen envidia.
9.- Presenta actitudes o conductas arrogantes o soberbias.
Desde el primer momento le dije que estábamos en un hospital nacional y que todos los pacientes tienen los mismos derechos y que no por ser colegas iba a permitir que pasara a consulta antes de los que habían llegado más temprano. Y lo mejor fue que cuando acudió a Psicoterapia de grupo, los demás padres y madres, le dijeron, de la mejor forma, todo lo que pensaban de él.

Lo más importante es que Marilinda, pese a todo, sigue mejorando.

Trastorno Paranoide de la Personalidad

Amelia es una adolescente de 16 años de edad, que fue traída a consulta por su madre de profesión enfermera, porque supuestamente tenía problemas de identidad sexual. Después de algunas sesiones, llegamos a la conclusión de que en realidad se trataba de un Trastorno Obsesivo Compulsivo. Amelia le habia dicho a su madre que le atraían sexualmente las mujeres, pero no le había dicho que este pensamiento le atormentaba manana, tarde y noche, y que no podia estar tranquila en ningun lugar. Si estaba en la casa se imaginaba que tocaba a su hermanita de 08 años, si salía a la calle evitaba mirar a las mujeres y desde hacía tres meses había dejado de ir a misa porque le habían venido imagenes pecaminosas con la Virgen María.
Iniciamos el tratamiento farmacológico y a la tercera semana, Amelia había mejorado en un noventa por ciento y al tercer mes todos los sintomas habían remitido, y como parte del tratamiento integral habiamos citado en varias oportunidades a la familia, y el padre, Jorge Bladimir, había dado varias excusas para no asistir.
Primero decía que su hija no tenía nada y que si la seguían trayendo al psiquiatra, se iba a volver loca de verdad. Luego, que estaba haciendo los trámites para jubilarse de la Policia Nacional, después, que había conseguido un trabajo particular como Jefe de Seguridad de una Empresa Importante. Como en el Hospital contamos con Asistenta Social, le solicitamos que realizara una Visita Domiciliaria y le dejara una cita oficial con fecha y hora.
La primera vez que acudió a la cita nos reclamó que porqué habiamos ido a su casa, que solamente había venido para evitar que fuéramos a su trabajo que tanto le había costado conseguir. Que pensaba que su esposa nos había hablado mal de él, que tanto se habia sacrificado por su familia. “No por nada me ascendieron y me condecoraron en el Servicio de Inteligencia, Yo soy una persona ejemplar y no confío en nadie. Ni a mi mujer le he contado lo que hacía en mi trabajo, en el fondo siempre he desconfiado de ella, cualquier cosa que le dijera lo podría haber utilizado en mi contra. En realidad no se puede confiar en nadie. Una vez, solamente una sola vez, en tragos, le confié un secreto a un compañero de trabajo, y al día siguiente todo el mundo en la oficina ya lo sabía, pero le puse su cruz, nunca mas le hablé y no paré hasta descubrir que era un soplón y yo mismo me encargué de que lo expulsaran de la Institución, de esto hace ya como treinta años y, aunque es mi vecino, ni le hablo ni le miro.
Le explico sobre el Trastorno Obsesivo Compusivo que padece Amelia y en forma suspicaz me pregunta: ¨¿Está seguro doctor? porque yo la veo bien, se está preparando para la Universidad y la veo tranquila, ¿no será que su mamá la estará enfermando?¨
Le explico que ya lleva 3 meses de tratamiento farmacológico y que actualmente los síntomas han remitido por completo.
¿Estás segura hijita? ¿No habrán sido imaginaciones tuyas? ¿No te habrán hecho brujería?
Ese día Jorge Bladimir dijo que no estaba de acuerdo con el tratamiento de su hija y que seguramente las pastillas la iban a volver adicta.
Después de un mes sin medicación, Amelia regresó por Emergencia por intento suicida: no podía soportar las imágenes que se le venían a la mente. Y esta vez vino con su padre que seguía suspicaz.
Tuvimos una etapa muy difícil durante las Terapias Grupales de Padres, pero por lo menos Jorge Bladimir aceptó que Amelia continuara con su tratamiento, esta vez por mayor tiempo, ya que había descontinuadodo la medicación.
Agradezco la intervención de los demás padres que me ayudaron a que Jorge Bladimir tomara conciencia de la gravedad de la situación de Amelia, aunque no se diera cuenta de la suya. Lo importante es que Amelia ya se encuentra recuperada y tiene muchos planes para su futuro.

Trastorno Histriónico de la Personalidad

Aunque Rosario del Pilar recién ha cumplido 14 años, y según la Clasificación Internacional de enfermedades, recién se puede hablar de Trastornos de Personalidad cuando las personas cumplen 18 años, ya se podría decir que Rosario del Pilar tiene una clara tendencia a desarrollar un trastorno de personalidad histriónico.
Aunque los motivos de consulta son variados: trastornos de conducta, no obedece a los padres, está oposicionista, desafiante, rebelde y con cambios bruscos de humor, además está enamorada de un chico consumidor de pasta básica de cocaína. Y los padres por más que la quieren controlar ya no pueden. Ella inventa un montón de excusas para salir de casa y sus padres, como han decidido que no pueden con ella, la traen a consulta aún en contra de su voluntad
Al entrar mira desafiante, mastica chicle con la boca abierta, jala la silla un poco hacia atrás y en forma provocativa cruza las piernas, aun teniendo una minifalda muy corta. A cada momento se alisa el cabello pintado con mechones claros, saca de vez en cuando su espejo para mirarse y pintarse los ojos. Y no desperdicia la oportunidad para tratar de seducirme, aun cuando yo podría ser su abuelo. La escucho atentamente y además de decirme que su familia no le permite estar con su enamorado, me dice que en el colegio le hacen bullying, y de repente empieza a llorar desconsoladamente, entre balbuceos dice que nadie la quiere, que mejor hubiera sido no haber nacido, que está harta de ser pobre y que no le compren ropa de marca. Ella ha querido imponer sus ideas en el salón de clases, y al comienzo casi lo logra, pero al ver que empezaban las discusiones entre las compañeras, poco a poco se fueron alejando de ella. Estas dificultades han dado como resultado que se haya desmayado en tres oportunidades en el salón de clases y dos veces más en la casa. En cada ocasión ha habido discusiones previas al desmayo. Los familiares lo califican como convulsiones, pero al realizar la Historia clínica nos damos cuenta de que se trata de meros episodios disociativos, en que al no soportar el estrés, pierde el conocimiento pero sin llegar a convulsionar. Nunca se ha caído de golpe como sí lo hacen quienes sufren de epilepsias, tampoco se ha mordido la lengua, y nunca ha relajado esfínteres, ni anal ni vesical.
Entre los antecedentes, ha tenido maltrato infantil, y el padre siempre le ha complacido en todo, aun en contra de la opinión de la madre. Como el padre trabaja en una mina y viene cada fin de mes a casa, se dedica a compensar el tiempo perdido dándole todos sus gustos, hasta los más inverosímiles, a la adolescente.
Los padres exigen tomografía cerebral, pero ya ha sido examinada clínicamente por el neurólogo, por lo que se considera que no es necesario que le tomen Tomografía axial computarizada.
Rosario del Pilar, descruza y vuelve a cruzar las piernas, se alisa el cabello donde tiene varias plumas de colores, está vestida a la moda y a sus catorce años ya usa maquillaje. De repente sale a conversación que quiere operarse la nariz, aunque muchas personas le han dicho que no tiene nada que operarse. Y me pide un Certificado donde diga que no tiene ninguna contraindicación para operarse. De inmediato le digo que no le puedo extender el Certificado sin antes evaluarla por completo y que de ser posible requeriría ser hospitalizada por corto tiempo para descartar alguna causa orgánica de sus aparentes desmayos.
Al siguiente día de estar hospitalizada llegaron a visitarla tres chicos diciendo que eran sus enamorados, y el equipo terapéutico había dado órdenes de que no tenía visita por una semana. Sin embargo la madre dejó pasar a uno de ellos, que en un momento empezó tal discusión que intervinieron las otras chicas hospitalizadas y Rosario del Pilar quedó en el piso desmayada.
Los exámenes auxiliares resultaron normales, sin ninguna patología y el diagnóstico es que padece de un trastorno disociativo y que además tenía rasgos de personalidad Histriónicos, aun cuando todavía no cumple los 18 años de edad. Se inició el tratamiento farmacológico y el psicoterapéutico. Y por requerir mayor tiempo de hospitalización, fue derivada a una clínica contratada.
Esperemos que mejore poco a poco, con la ayuda de todos y con la colaboración de la familia.

Fobia Social

María Antonieta es una adolescente de 17 años, acudió hace un año al hospital y, como dice cada día el inmortal Pablo Neruda, “nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”. Ni María Antonia ni yo somos los mismos.
Cuando María Antonieta llegó, acompañada de su madre, a la consulta, casi ni hablo, ni me miró. Tenía todo el cabello sobre la cara y venía con su uniforme escolar. Solamente habló la madre, diciendo que traía a su hija porque era demasiado tímida, que no hablaba en el colegio, que no tenía amigos, solamente estaba sumergida en los libros en su cuarto, y que no quería salir a la sala ni siquiera para saludar a sus tíos, cuando la visitaban para alguna ocasión especial. Algunas veces la quisieron forzar a salir, pero ella se negaba y se ponía a llorar. Es por eso que su familia ya no le insistía.
En el colegio tenía buen rendimiento académico, aunque los profesores anotaban que se aislaba y que inclusive no quería salir a exposiciones, solamente se dedicaba a realizar los trabajos en forma excelente, y en caso de ser absolutamente necesario, salía al frente a exponer y empezaba a tartamudear ante la burla de los compañeros.
Más tarde, cuando ya pudo manifestar sus dificultades, mencionó que desde pequeña, prefería aislarse de sus compañeras por temor a caer en ridículo, pero que sus deseos eran pertenecer al grupo y ser aceptada. Ella estudiaba mucho, se aprendía de memoria alguna exposición, pero una noche antes de la exposición, no podía dormir, quería que no llegara el nuevo día, se imaginaba situaciones terribles, pensaba que se olvidaría todo el tema. Quería que no llegara el nuevo día, deseaba que sucediera algún evento catastrófico, como un fuerte temblor o un terremoto que solamente afectaran las estructuras del colegio, deseaba que algo le retrasara a la profesora, que le sucediera alguna enfermedad intestinal aguda para que no pudiera asistir, pero lamentablemente para María Antonieta, nada de esas cosas sucedían, y aún a su pesar, se colocaba su uniforme escolar, se le estrujaba el pecho, le latía rápido el corazón y le sudaban las manos. Ya desde tres cuadras antes de llegar al colegio le empezaban a temblar las piernas y le parecía que en vez de avanzar, estuviera retrocediendo. Alguna vez sucedió que dieron asueto justo antes de su exposición, ella creyó inicialmente que era mejor para ella, pero más tarde se convenció de que solamente era prolongar una semana más toda aquella agonía. Cuando pasaba aquella situación estresante, se sentía la chica más feliz de la tierra, aun cuando no haya hablado nada.
Poco a poco en las siguientes consultas, fue manifestando ella misma que no se sentía bien con esta situación, que en realidad ella quería conversar con las demás personas, que le gustaría conversar con los chicos, y que inclusive le gustaría ser popular entre sus compañeros. Ella tenía una mejor amiga que se sentaba a su costado y con quien compartía sus conocimientos y sus notas, y esta amiga llegó a ser su portavoz ante sus otras compañeras y ante sus profesores. Ella parecía adivinar lo que María Antonieta deseaba, y ella era la que alzaba su voz para reclamar por ella.
Al preguntarle para qué venía a la consulta, ella rompió a llorar amargamente y, sin mirarme empezó a relatar las situaciones que le preocupaban. Ella y su madre estuvieron de acuerdo con el tratamiento integral y cuando le propuse que venga a Terapia de grupo, con otras chicas y chicos de su edad, cerró los puños hasta blanquear los nudillos y después de tragar saliva me preguntó que si allí iba a hablar, a lo que le respondí que las primeras veces iba a estar escuchando solamente y que cuando ella tuviera ganas, recién iba a hablar y no necesariamente lo que le sucedía, sino solamente participar del tema del cual se hablaba.
Ha pasado ya un año, y la última vez que vi a María Antonieta, ya no era la misma. De aquella chica que se tapaba la cara con sus cabellos y que casi ni hablaba, ahora se vestía diferente y arreglaba su cabello y estaba impaciente para acudir a los grupos de Terapia de los martes donde participaba activamente y hablaba de los tópicos que le interesaban. Paralelamente, ella le había pedido a la madre participar de talleres de oratoria.
Yo, al igual que María Antonieta, ya no soy el mismo, ahora estoy mucho más contento.

Enuresis Nocturna

Una pareja de esposos acude a consulta porque sus tres hijos varones, de 11, 9 y de 7 años de edad, aún continúan orinándose en las noches, a diferencia de la hermana mayor, de 13 años, quien nunca presentó esta dificultad.
Los padres son de origen piurano y ya han utilizado todos los métodos caseros que se pregonan en este tipo de casos: les han amenazado, les han gritado, les han pegado, les han sentado sobre ladrillos calientes, los han frotado con orina, y los han frotado con kerosene y los han forrado con periódicos, pero nada.
Pareciera que ya hubieran adoptado un modelo de vida: todos los colchones de los varones utilizan plásticos, la ropa de cama y las pijamas, aún cuando las asolean, ventilan y lavan con frecuencia, despiden olor a orina que impregna toda la casa, aunque pareciera que los dueños de la casa ya se hubieran acostumbrado a ese berrinche.
Y pienso que así hubieran seguido, si es que el menor de 7 años, no hubiera realizado lo que hizo. En el colegio ya lo conocen como el meón, lo fastidiaban porque su uniforme olía a pichi, y todos aquellos que habían visitado su casa decían que toda su casa olía a berrinche. Una de las veces la madre lo sorprendió que el niño dormía con una bolsa de plástico, pero lo que permitió que acudieran a consulta,  fue, que el niño había tomado una madeja de hilo y se lo había envuelto alrededor del pene. La madre refirió que le vino una especia de pálpito, de que algo andaba mal con su hijo y fue a verificar que estuviera durmiendo, y algo hizo que verificara que estuviera seco. Allí fue cuando vio que el pene del niño estaba hinchado y morado. Lo llevó a Emergencia, donde dice que le dijeron que lo había traído a tiempo, que si hubiera demorado un poco más y habrían que amputarle el pene porque se estaba necrosando. La madre le contó al médico lo de los otros dos niños y los tres fueron derivados a psiquiatría.
Al realizar la Historia Clínica, nos enteramos que el padre había sufrido enuresis nocturna hasta los 16 años, en que, por razones fortuitas, tuvo la necesidad de viajar a Lima y fue hospedado en la casa de un exportador de cerámica de Chulucanas. Esa noche tenía miedo dormir y quedar mal. Ya de madrugada se quedó dormido y al despertarse se vio en apuros para planchar las sábanas y el colchón y se fue sin despedirse del dueño de casa. Poco tiempo después se acompañaría con la que hoy es madre de sus cuatro hijos y con ella nunca ocurrió que se orinara en la cama, aunque recordaba que en las primeras noches tenía sueños en los que se orinaba en la cama.
Cuenta también que sus padres lo corrigieron usando muchos métodos coercitivos sin ningún resultado. Dice que también utilizaron el “secreto de las cenizas”, que es muy conocido entre las madres de Chulucanas. Ellas toman un poco de ceniza dela cocina de leña, lo envuelven en un papel y le dicen al churre que se lo lleve a la comadre. El niño cruza todo el pueblo y al llegar donde la madrina, ésta desenrolla el papel y al ver las cenizas, le pide al mismo niño que le traiga las ramas más gruesas de algún arbusto cercano y de repente y sin ningún aviso le empieza a latiguear y a reclamarle que porqué se orina en la cama siendo tan grandazo. El niño desconocía cómo es que la madrina se había enterado. Dice que ni este secreto lo curó.
Los tres niños ya han venido con varios exámenes que han excluido cualquier otra causa de origen orgánico. Y por lo tanto solamente han quedado las causas psicológicas y familiares.
Se le dio recomendaciones a los padres de que vigilaran la ingesta de líquidos de los niños durante todo el día, disminuyéndolos en las tardes y noches. Todos los días, antes de acostarse deberían orinar sin olvidarse ninguna vez. Además todos los niños llevaron una especie de control donde marcaban con una aspa roja los días que se orinaban. Se estableció una especie de competencia entre los tres, resultando ganador el menor.
Tres meses después, con las recomendaciones, las psicoterapias de familia, y con la ayuda de medicación no han vuelto a orinarse y están realizando sus labores con normalidad.
Los padres siguen recibiendo sesiones en la Escuela de Padres.

martes, 27 de agosto de 2013

Retraso Mental con Síntomas Psicóticos

Deyanira es la mayor de tres hermanos. Ella tiene trece años, Mario, el segundo diez y Sergio, el tercero, siete años.
Deyanira nació de parto vaginal en un hospital y tuvo muchas dificultades durante el nacimiento, la madre estuvo sufriendo varios días y como ya tenía sufrimiento fetal, decidieron realizar un parto instrumentado: utilizaron fórceps, que son como dos cucharas grandes para tomar la cabeza del feto y ayudarlo a nacer. Nació morada y demoró en respirar una eternidad. Le limpiaron el líquido verde y no se la llevaron inmediatamente a la madre, sino que más bien estuvo en incubadora durante cinco días.
La madre salió de alta primero y después de varios días le entregaron a su hija. Deyanira tuvo muchas dificultades para pararse, luego para caminar y empezó a hablar a los cuatro años, casi al mismo tiempo en que lo hacía su hermano Mario, que sí nació por cesárea. Como su madre era profesora, la puso en el colegio donde ella enseñaba y allí podía verla y cuidarla. Repetía varias veces el mismo año y muchas veces encontraba que otros niños se burlaban de la simplicidad con que Deyanira veía el mundo. Inclusive los niños menores la enviaban a hacer fuego, o la convencían para gastarles una broma a las profesoras.
Deyanira aprendía lento, pero segura, llegó a tener una magnífica letra redonda y muy clara. Le gustaba dibujar, casi toda su comunicación se realizaba con dibujos. Su madre le compraba un montón de cuadernos para que escribiera y otro montón de cuadernos para dibujar. Lo que más le gustaba era pintar con los colores, ella se sentía muy feliz porque nunca se pasaba de los límites del dibujo, cada parte con su color.
Y así fue creciendo hasta hace siete meses en que su hermano Sergio la encontró golpeándose la cabeza contra la pared del baño y con un cuchillo ensangrentado. La madre asustada corrió donde ella y se dio cuenta que tenía sangre por todos lados y no podía distinguir, en medio de su desesperación, de quién era la sangre, hasta que se dio cuenta que le había venido su menstruación por primera vez. Y que también por primera vez, Deyanira estaba mostrando un comportamiento extraño: nunca se había hecho daño. Durante varios días no pudo dormir y empezó a morderse el dorso de la mano hasta producirse una especie de callos. Por momentos miraba al vacío y gritaba asustada pidiendo que la defendieran de esos niños rojos que le querían hacer daño. Decía que todos esos niños le cantaban en coro que se golpeara la cabeza y si no lo hacía gritaban cada vez más hasta hacerle doler los oídos.
Deyanira fue llevada a emergencia, se le realizaron los exámenes respectivos y se hospitalizó con el diagnóstico de Retraso mental con síntomas psicóticos. Estuvo hospitalizada durante diez días aproximadamente y su madre tuvo permiso para permanecer junto a ella.
Al salir de alta, Deyanira ya no tenía alucinaciones, tampoco se agredía ni se quedaba insomne toda la noche. Actualmente se encuentra con medicación antipsicótica y al decir de sus padres y hermanos, está como antes, haciendo los mismos chistes que hacía. Le gusta salir al parque y de paso lleva a su perrita a jugar con sus hermanos.
Lo que más me gusta de Deyanira, aparte de su recuperación, es, que cada vez que viene a la consulta trae consigo un dibujo especial para mí, lleno de colores. La última vez me ha traído un pavo real con una cola desplegada enorme, de muchísimos colores, que desde la pared en que lo he colocado, tiene la capacidad de quitarle un poco de gris a este frío invierno limeño.

jueves, 22 de agosto de 2013

Agorafobia

Andrés es un joven universitario que dentro de poco cumplirá 18 años, y por lo consiguiente, perderá el seguro social de salud. Está preocupado porque ya no podrá seguir tratándose en psiquiatría de niños y adolescentes. Le proponemos que después de que cumpla los 18 puede seguir tratándose en algún hospital del Ministerio de Salud.
Hace poco tiempo lo hemos diagnosticado de Agorafobia. Está en el quinto ciclo de la carrera de Arquitectura en la Universidad de Ingeniería, y no hubiera acudido a la consulta si no es porque en el último ciclo estaba faltando demasiado a sus clases, simplemente porque tenía miedo a tomar la combi desde Villa El Salvador hasta la UNI. Dice que el miedo empezó cuando fue asaltado hace cinco meses, después de haber terminado de jugar futbol. Recuerda que ese día le habían pateado la rodilla derecha durante el partido y que después se quedó acompañando a sus amigos a tomar unas cervezas. Él no toma nada de licor, solamente se quedó a acompañar a su amigo. Al regresar a su casa desde la cancha del Parque Zonal Huáscar, fueron asaltados por una gavilla de pandilleros que los dejaron sin un sol para el pasaje. Aunque su casa no estaba tan lejos, el camino se le hizo más largo porque le dolía la rodilla para caminar, pero lo que más le causó impresión fue que vio morir accidentado a un joven en el paradero, embestido por una combi. Dice que no se pudo sacar la imagen del joven agonizando. Llegando a casa se puso a vomitar y después se quedó escupiendo, por las puras, durante varios días.
Al día siguiente no tenía ganas de ir a la Universidad, pero su mamá le obligó a que fuera. Se sentó en el asiento posterior, y le parecía que había mucha gente, que le faltaba el aire porque las ventanas le parecían muy chicas, a pesar de que estaban abiertas. Después, al venir por la Panamericana, la combi aceleraba más la velocidad y empezó a latirle más rápido el corazón, y casi no le entraba aire en los pulmones. A él muchas veces le había gustado la velocidad, pero ese día tenía una sensación de que estuviera cayendo rápidamente desde un ascensor. Entonces, no pudo más, y cuando el cobrador se dio cuenta de que estaba tornándose pálido, pagó y se bajó en el paradero del puente Atocongo. Tuvo nauseas, pero no vomitó. Poco a poco se fue tranquilizando, y regresó a casa caminando. Dice que se demoró como una hora en regresar.
Cuando llegó a casa la madre le preguntó qué le pasaba y él solamente se limitó a llorar. Le contó a sus padres que tenía miedo viajar en la combi pero no le creyeron y al día siguiente volvió a probar.
Igual le sucedió. Y estaba preocupado porque ya se venían sus exámenes parciales. Entonces el papá contrató a su compadre para que lo llevara en automóvil, muy despacio, con las ventanas abiertas y acompañado de su madre. Por más que los familiares le decían que nada malo le iba a suceder, él seguía con miedo, y este miedo fue creciendo hasta el punto de imposibilitarlo a salir de la casa, ya no podía salir ni siquiera en taxi.
Después me diría que a la primera consulta se vino caminando desde su casa en Villa el Salvador hasta el distrito de La Victoria, menos mal que ya estaba mejor de la rodilla. Me levanté a las cuatro de la mañana y me vine caminando, mi madre y mis hermanos me quisieron acompañar, pero le dije a mi mamá que me esperara en el hospital, solamente me hizo caso cuando le dije que podría acompañarme mi hermano, es demasiado lejos para que ella pudiera venir caminando.
Ya está en tratamiento farmacológico y psicoterapéutico desde hace un mes y por lo menos ya puede venir a la consulta en taxi. Y aunque le moleste el ruido y los gritos de los niños, ahora tiene más paciencia para esperar su turno.
Espero que aún cumplidos los 18 años, Andrés pueda continuar con su tratamiento y proseguir con su vida normal.

domingo, 18 de agosto de 2013

Alcoholismo

Nicanor es un paciente de 44 años, que desde hace tres años acude a sus citas con regularidad en el Centro Pastoral de la Diócesis de Chulucanas. Y cada vez que lo veo es una gran alegría saber lo bien que le va.
La primera vez estaba desolado, con aliento alcohólico, con las manos temblando, acompañado de su esposa. Me dijo que de una vez por todas quería que lo ayudara a dejar el alcohol, que ya lo había intentado muchas veces, sin ningún resultado.
Y cuando le pregunté para qué quería dejar de consumir alcohol, me respondió que era por sus hijos y por mi esposa aquí presente. Empezó a recitar una innumerable letanía de motivos por los cuales quería dejar de consumir alcohol, desde que a su señora madre, que Dios la tenga en su gloria a mi mamita, le hubiera gustado verlo saludable hasta por sus hijos, que ya están grandazos y les da vergüenza tener un padre borracho como yo. Y ya estaba por contarme de sus tres hijos, que el mayor tiene 26 años y el menor 22, cuando lo interrumpí para volver a realizarle la pregunta: ¿Para qué quieres dejar de consumir alcohol Nicanor?
Ya le dije pues doctor, me respondió.
No; le dije, no me has respondido, yo he preguntado para qué, no he preguntado por qué.
Se quedó callado largo rato y después dijo: para estar sano pues doctor, para tener una vejez tranquila, para trabajar, para disfrutar de la vida, de mi esposa a quien he descuidado y de mis hijos, para que no sigan teniendo vergüenza de tener un padre como yo, que por poco y no me recogen en carretilla para llevarme a mi casa. Y es que ya he intentado dejarlo muchas veces, pero no pasa un día y nuevamente vuelvo a recaer. Le he dado hasta pepas molidas de guabas y nada doctor, añade la esposa.
Nicanor empezó tomando chicha cuando era estudiante del San Ramón, en un tambo camino a Yapatera, recuerda muy bien su primera borrachera porque tenía la barriga inflada y un anciano que iba en burro, sacó un frasquito de la alforja y le dijo: toma un trago de anís para que te baje el barro de la chicha. Y le pareció milagroso que de un momento a otro, el trago de anisado le compusiera el malestar estomacal, pero igual le daba vueltas la cabeza. Recuerda que se dijo en ese momento, y al día siguiente, que nunca en su vida volvería a tomar una gota de alcohol en ninguna de sus formas. Pero poco a poco volvió a tomar, y resultaba mareado, inicialmente para ocasiones importantes como su cumpleaños, hasta después emborracharse por cosas sin importancia, inventando excusas para salir a tomar con los amigos.
Su esposa me dijo, yo pensé que lo iba a cambiar, pero ya ve doctor, llevamos 27 años de convivientes y está peor. Hoy día, para poder venir a la consulta ha tenido que tomarse un trago de cañazo, es que si no lo hago me tiembla todo el cuerpo y las manos, y no me dan ganas ni de levantarme, me duele todo el cuerpo, interrumpió Nicanor.
Al comienzo yo era el supermán, tomaba y tomaba y me reía de mis amigos y les decía que tenían cabeza de pollo porque ellos rápido se mareaban y yo demoraba y aguantaba bastante. Desde hace tres años ya me mareo solamente con una cerveza y todos los días tengo que tomar para poder seguir trabajando en la mecánica. Si no tomo no puedo dormir, ni tampoco puedo coger las herramientas porque me empiezan a temblar las manos.
Me he dado cuenta de que ya no puedo más y que necesitamos ayuda. Es por eso que hemos venido a verlo, doctor, me suplicaba acongojado.
Hace tres años empezamos el tratamiento y le advertí que tendría algunas molestias que probablemente le durarían una semana, le dije que en un mes yo regresaría a Chulucanas y que cualquier cosa me podría llamar por teléfono. Y le dejé las recomendaciones de que no frecuentara a los “amigos” con los cuales consumía, que dejara de pasar frente a los chicheríos o cantinas donde antes consumía, que dejara de escuchar la música con la cual acompañaba el beber cerveza, y que no llevara dinero consigo, que durante un tiempo, todo el dinero que ganara, iba a ser administrado por la esposa.
Le dejé medicación para evitar el síndrome de abstinencia, y, gracias a Dios, que Nicanor resultó ser un paciente disciplinado, que ahora, después de tres años, sigue en abstinencia y esta vez no solamente acude con su esposa, sino que también viene con sus tres hijos y hasta con los nietos.
Es una alegría enorme ver recuperados a los pacientes. Ellos a veces piensan que los médicos hacemos milagros, cuando en realidad son ellos mismos los que hacen todo el trabajo de su recuperación.

jueves, 8 de agosto de 2013

Psicoterapia: Una palabra tuya bastará para sanarme

Muchas veces, en todas las áreas del campo médico, nos bastaría con escuchar atentamente al paciente e intervenir con la palabra adecuada en el momento adecuado.
Y en el área específica de la Salud Mental, el uso de la palabra es fundamental. A medida que ha transcurrido el tiempo, en distintos espacios se ha querido dar soluciones de acuerdo a sus circunstancias, por lo tanto existen cientos de diferentes tipos de psicoterapias.
Todas ellas tienen el común denominador de usar la palabra, para producir cambios en los pensamientos, sentimientos y en la conducta de las personas.
Hace varios años, un psicólogo llamado Richard Bandler, junto al lingüista John Grinder, decidieron averiguar qué tenía en común el éxito de los tres más grandes terapeutas de su época. Estudiaron la técnica hipnoterapéutica de Milton Erickson, a Virginia Satir, especialista en Terapia de Familia, y a Fritz Pearls, creador de la Gestalt. Cada uno de estos terapeutas era muy bueno en su campo, y obtenían excelentes resultados con sus psicoterapias.
Fue entonces que Richard Bandler y John Grinder decidieron averiguar qué tenían en común estos tres grandes terapeutas y, después de un paciente y prolongado trabajo se dieron cuenta de que, lo que tenían en común, era la forma en cómo usaban la palabra, el lenguaje verbal.
Este trabajo lo plasmaron en su primer libro denominado: La estructura de la magia, donde dan cuenta que lo que hacen los terapeutas es solamente el uso adecuado de las palabras. Por ese entonces, Noam Chomsky lanzaba su teoría de la gramática generativa.
En resumen, el aprender a desaprender el uso que le hemos estado dando a la palabra, nos llevará a un estado saludable.
Usamos la palabra para relacionarnos con los demás, acerca de nuestro medio ambiente que nos rodea, mientras más fidedignos seamos, más saludables estaremos, mientras más distorsionemos el lenguaje, más nos alejaremos de la realidad, y por lo tanto, de nuestra salud.
Mientras distorsionamos el lenguaje, distorsionamos la realidad. Existen varias formas de distorsionar el lenguaje, una de ellas es la generalización, como cuando decimos “nunca”, o “siempre”, “todos”, “nadie”. Muchas veces escuchamos decir: “Es que todo el mundo tira basura en la calle”, a lo que solamente preguntamos ¿Todo el mundo? ¿Has llegado a conocer a todo el mundo? Otra expresión parecida es cuando dicen: “todas las mujeres son iguales”, lo cual no es real, porque una sola persona no podría tener el conocimiento del comportamiento de todas las mujeres del mundo, solamente de aquellas con las cuales se ha interrelacionado. Una expresión común es “nunca nadie me ha dado cariño, por eso es que yo soy muy seco”.
Una segunda forma de distorsión del lenguaje es la omisión, en la cual la persona emite una opinión donde falta una parte de la información, por ejemplo cuando dicen: “en mi trabajo no me hacen caso”, en esta frase falta información, y nosotros preguntamos: “¿Quién específicamente de tu trabajo no te hace caso?”
La tercera forma de distorsionar el lenguaje es la simplificación excesiva de lo queremos decir, o cuando creemos leer los pensamientos de la otra persona o cuando sin preguntar, suponemos cosas que no son reales. Por ejemplo: “Esta mañana mi jefe no me ha saludado, eso significa que no está contento con mi trabajo”. A lo que preguntamos: ¿Nunca te ha sucedido que has olvidado saludar a alguien?, ¿Nunca has estado preocupado por tu familia u otros asuntos?” o simplemente, “¿Cómo relacionas el hecho de que no te salude, creas que no está contento con tu trabajo?”
En la práctica, la psicoterapia adecuada consiste en escuchar atentamente al paciente e intervenir haciendo preguntas adecuadas en el momento preciso para acompañar al paciente en su proceso de cambio.

De regreso a la Escuela

El día de ayer lunes 4 de marzo miles de escolares han regresado al colegio y muchos niños han pisado las aulas por primera vez.  Y es precisamente a causa de que su hija mayor no quería ir al colegio el año pasado, es que una madre consultó desesperada porque este año empezaría a asistir su hijo menor. La madre decía que no quería que se repitiera lo que le pasó a su hija mayor, que durante varias semanas la niña lloraba para no ir colegio, largaba lastimeros llantos cuando era llevada a la fuerza al colegio y antes de que se retirara la madre, la niña se aferraba con tanta fuerza a la puerta del colegio que a la madre se le desgarraba el corazón y al final terminaba por llevar a su hija a la casa. La primera vez la dejó allí sin importar que llorara y según la madre, que vivía a siete cuadras del colegio, decía que mientras realizaba las labores de la casa lograba escuchar el llanto de la hija. Desde aquella vez, la niña se volvió malhumorada, volvió a orinarse en la cama y, la mayor parte de las noches se despertaba lanzando un alarido y luego se volvía a dormir. Menos mal que encontró una profesora muy comprensiva que iba a visitarla a la casa, y algunas veces llevaba a algunos niños con uniforme escolar a la casa de la niña. Empezaban juegos que poco a poco terminaban en el colegio.
Y esta vez la madre consultaba desesperada cómo hacer para que no sucediera lo mismo con el hijo menor.
Entonces, desde diciembre,  planteamos unas excelentes vacaciones útiles a los dos hermanos. Tres días de piscina, dos días de juegos de pelota y todos los fines de semana toda la familia se iba de paseo al campo o a la playa. Y ya desde entonces la madre y el padre le empezaron a hablar con entusiasmo sobre las bondades del colegio, de los nuevos compañeritos que conocería, de la profesora que le enseñaría y de todo lo nuevo que aprendería. El niño empezó a interesarse por las cosas nuevas y acompañó a su madre a visitar las librerías, los sitios de venta de uniformes, de zapatos, y cada vez que le mostraba alguna cosa le decía: mira esto vas a usar en tu colegio. Hasta que poco a poco, la transición de la casa al colegio fue imperceptible y más bien se creó una gran expectativa hacia lo que iba a venir. El niño participó en comprar la mochila, los útiles escolares, ayudó a forrar  los cuadernos, a pegar figuritas, a oler los cuadernos y libros nuevos. La hermana también ayudó al hermano en su nueva etapa.
Ayer en la tarde me llamó la madre emocionada para decirme con la voz temblorosa, que la más nerviosa había sido ella. Que el niño se desprendió fácilmente de su mano, y empezó a jugar con los demás niños, que siendo aún extraños, jugaron como si se conocieran de toda la vida. Ella se quedó hasta que la profesora los hizo formar y les empezó a enseñar una canción que la madre recordó haberla cantado alguna vez cuando niña.
De regreso el niño ni bien llegó a casa, le empezó a contar todo lo que habían hecho durante las clases, que le había gustado el recreo y empezó a nombrar a la totalidad de sus nuevos amigos y compañeros. Me dijo que el menor ya estaba dispuesto a arreglar sus útiles para el día siguiente y que esta vez no le importaba que en un solo día hubiera ensuciado y roto el uniforme. Era preferible todo esto a lo que le sucedió con su hija mayor.
Y es que no todas las personas nos adaptamos con la misma facilidad al cambio. Algunas demoran más otras demoran menos en adaptarse. En este caso depende también de la conducta que reforzamos en nuestros niños. No es conveniente utilizar la palabra colegio como un castigo, sino más bien como un estímulo para ser mejores hombres y mujeres en un futuro cercano.
Va desde aquí mi agradecimiento y mis felicitaciones a todos aquellos maestros, forjadores de muchos futuros, que con toda su dedicación, trasladándose hacia los lugares más alejados contribuyen con la educación de nuestros hijos.

Bulimia Nerviosa

Hace poco vi a un adolescente que padecía Anorexia Nerviosa, y en menos de una semana, he visto a Estelita del Pilar, una adolescente de 17 años. En el momento en que leí el tenor de la Interconsulta, pensé que se habían equivocado de especialista. Nos llamaban del tópico de cirugía y la adolescente en mención, tenía un cuerpo extraño en el estómago, y además nos pedían la evaluación por sospecha de un trastorno de conducta alimentaria.
Cuando llegamos a verla, ella estaba acompañada de sus padres, abuelos, tíos y primas. Y cuando llegué pensaron que era el cirujano que la iba a operar y me miraron angustiados, me preguntaron si la operación iba a ser laparoscópica o si en este hospital de máxima complejidad podría realizarse la extracción del cuerpo extraño mediante endoscopía.
Al presentarme presenté ante la familia, como psiquiatra, miré que todos retrocedían varios pasos, para volver a la carga, “pero doctor, quién le ha dicho que mi hijita, decía el abuelo, se ha vuelto loca”.
Les expliqué que el psiquiatra no necesariamente atiende pacientes que ellos llaman locos, sino que todo tipo de pacientes en algún momento de sus vidas requieren del  conocimiento profesional de un médico psiquiatra. Que nosotros como especialistas vemos muchos tipos de problemas que aquejan a las personas.
Empecé a realizar la historia, Estelita del Pilar, una chica de 17 años, contextura mediana, 1.70 de estatura, estaba despierta, orientada en tiempo, espacio y persona y me narró con lujo de detalles el incidente de cómo fue a parar el cepillo de dientes dentro de su estómago.
“Hace mucho tiempo, desde que tenía trece años, me dijeron que estaba gorda y decidí bajar de peso. En ese entonces leía todos los artículos de las revistas de belleza, donde aparecen chicas muy delgadas y bonitas viviendo una vida saludable, y yo quería ser como ellas. Y me hice amiga de una chica que estaba estudiando como modelo y ella fue la primera que me enseñó a contar las calorías. Y ella sí tenía un carácter de fierro, si ella se decidía no comer, podía aguantar varios días sin comer, solamente tomando pequeños sorbos de agua. Yo estaba muy ansiosa, yo quería llegar a tener ese tipo de voluntad. Y deseaba tener un cuerpo como el de ella. Pero lamentablemente no podía. Un día dejé de comer dos días seguidos, solamente tomaba limonada sin azúcar y al tercer día recaí: en mi casa habían preparado unos tallarines con salsa verde y mi mamá sabe que yo muero por ese tipo de tallarines. Apenas mi madre terminó de preparar la comida, y solamente con ganas de probar un poquito de esos tallarines, no sé cómo, sin querer, terminé comiéndome toda la olla de tallarines, dejando a mis hermanos sin comida. Menos mal que mi mamá no se molestó y mando a comprar pollo a la brasa. Pero allí, apenas terminada la olla de los tallarines, empezó mi angustia. Me parecía increíble que hubiera hecho eso. Rápidamente me fui al baño y vomité todos los tallarines que había comido.”
“Y allí empezó mi calvario, después de varios días de ayuno, recaía y me atragantaba con paquetes grandes enteros de galletas y me las comía todas. Y todo lo que había bajado lo recuperaba en un instante. El vestido que me quedaba el sábado pasado, ya no me quedaba en una semana. Primero metía mi dedo hasta el fondo de la garganta, pero parecía insensible. Hasta que esta mañana, después de haberme comido 18 panes, no resistí y fui al baño a vomitar, no podía vomitar porque ya había pasado como una hora del atracón, así que cogí el cepillo de dientes y me estimulé el vómito, y no sé cómo, que pasó tan rápido, resultó que me tragué el cepillo de dientes, y por eso estoy aquí.”
En realidad, Estelita del Pilar, tenía otras alteraciones orgánicas propias de la bulimia: tenía los dientes desgastados, casi sin esmalte, por el vómito frecuente, su regla era irregular, y el cabello lo tenía quebradizo. Además había aprendido a usar diuréticos para orinar más y medicamentos laxantes para realizar deposiciones diarreicas.
La familia al comienzo no aceptó el diagnóstico, y apenas se le realizó la extracción del cuerpo extraño mediante endoscopia por la boca, no aceptó la hospitalización en psiquiatría y dijeron que la traerían por consulta externa.

Hasta ahora no la traen, esperemos que la familia y la paciente tomen conciencia de enfermedad, por el bien de ella y de todos.

Dar es dar

Para los que profesamos la religión católica, la Semana Santa tiene un hondo significado, tenemos la oportunidad de reencontrarnos con nosotros mismos y de reafirmar la esencia del Ser humano: la de mirar al próximo como a nuestro hermano y a toda la especie humana como una gran fraternidad.
La semana pasada tuve la oportunidad de escuchar una cita de Erich Fromm, de su libro “El arte de amar”. Y cada vez me convenzo más que en una biblioteca tenemos la libertad y el gozo de conversar con lo más selecto de la inteligencia humana, especialmente con aquellos que vivieron mucho antes que nosotros. Su vida, sus creaciones, sus pensamientos se encuentran en los libros que nos han legado.
Erich Fromm nos dice que, el amor es una actividad, no es un afecto pasivo; sino que es un sentimiento con el que vivimos a diario. Y que el carácter activo del amor es fundamentalmente dar y no el de recibir. Muchas personas piensan que el dar significa «renunciar» a algo, privarse de algo, sacrificarse. Otras personas piensan que el dar está ligado a las orientaciones del mercado: yo doy sólo a cambio de recibir. Para estas personas dar sin recibir significa una estafa. “Algunos piensan que el dar es un empobrecimiento, por lo que se niegan generalmente a hacerlo. Otros hacen del dar una virtud, en el sentido de un sacrificio. Sienten que, puesto que es doloroso, se debe dar, y creen que la virtud de dar está en el acto mismo de aceptación del sacrificio. Para ellos, la norma de que es mejor dar que recibir significa que es mejor sufrir una privación que experimentar alegría.
Sin embargo, para las personas maduras, el carácter productivo del amar, del dar, posee un significado totalmente distinto: constituye la más alta expresión de potencia. Se complementa al ser humano con la manifestación más excelsa de sus emociones: el amor. En el acto mismo de dar, experimento mi fuerza, mi riqueza, mi poder. Tal experiencia de vitalidad y potencia exaltadas me llena de dicha. Me experimento a mí mismo como desbordante, pródigo, vivo, y, por tanto, dichoso. Dar produce más felicidad que recibir, no porque sea una privación, sino porque en el acto de dar está la expresión de mi vitalidad. Sin embargo, la esfera más importante del dar no es la de las cosas materiales, sino el dominio de lo específicamente humano. ¿Qué le da una persona a otra? Da de sí misma, de lo más precioso que tiene, de su propia vida. Ello no significa necesariamente que sacrifica su vida por la otra, sino que da lo que está vivo en él -da de su alegría, de su interés, de su comprensión, de su conocimiento, de su humor, de su tristeza-, de todas las expresiones y manifestaciones de lo que está vivo en él. Al dar así de su vida, enriquece a la otra persona, realza el sentimiento de vida de la otra persona al exaltar el suyo propio. No da con el fin de recibir; dar es de por sí una dicha exquisita. Pero, al dar, no puede dejar de llevar a la vida algo en la otra persona, y eso que nace a la vida se refleja a su vez sobre ella; cuando da verdaderamente, no puede dejar de recibir lo que se le da en cambio. Dar implica hacer de la otra persona un dador, y ambas comparten la alegría de lo que han creado. Algo nace en el acto de dar, y las dos personas involucradas se sienten agradecidas a la vida que nace para ambas. En lo que toca específicamente al amor, eso significa: el amor es un poder que produce amor.”
Esta cita de Fromm, me recuerda a muchas personas. A un amigo que fue trasplantado de riñón, lo perdió y luego, su madre generosamente le donó uno de sus riñones. A un padre que donó parte de su hígado para su hijo que recién empieza a vivir. A todas las personas con las que me cruzo a diario cuando van sonriendo y felices a donar sangre para seres queridos y para seres que no conocen.
Y también me recuerda a nuestro Padre que nos regaló lo más preciado que tiene: su hijo. Que al ser hijo del mismo padre, viene a ser nuestro hermano, que a su paso por esta tierra nos enseñó a ver las cosas de manera diferente, nos enseñó a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Nos enseñó a amar a toda la humanidad.
Hoy agradezco al Gran Creador por la vida en sí misma y por el hecho de compartirla con los seres que quiero.

Agradezco especialmente por haber nacido en este hogar llamado Tierra.