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martes, 29 de octubre de 2013

Síndrome del Nido vacío

Simona es una paciente de aproximadamente 60 años, con la piel tostada por el sol, cabello lacio y entrecano recogido con una peineta hacia atrás. Trae un vestido celeste a la usanza del campo, calza unas hawaianas negras. Sus ojos rojos llenos de carnosidades se vuelven más pequeños y su voz se apaga antes de salir de su garganta. Viene acompañada de Pedro, su marido de toda la vida. Él viste camisa blanca, pantalón caqui, llanques y un sombrero de ala ancha.
Sin decirme nada ambos rompen a llorar. Luego, me hablan de que en sus tiempos nunca se ha visto que los hijos envíen a sus padres a los asilos, “fijese doctor, –dice Doña Simona–, este asilo que tenemos en Chulucanas ha estado vacío durante muchos años, sencillamente porque acá nadies estábamos acostumbrados a abandonar a nuestros ancestros en ningún lugar extraño. Por más enfermitos que se nos pusieran, siempre los cuidábamos y ellos tenían su lugar preferencial en nuestras casas. Claro, hasta que Diosito nos los recogía”.
Pedro tomaba de la mano a doña Simona, quien, mientras empezaba a hablar, sollozaba y se limpiaba las lágrimas con un pañuelo blanco, arrugado, que lo guardaba entre su seno.
“Yo no sé escribir, doctor, pero mis padres me han enseñado lo que es bueno y lo que es malo, también la vida me ha enseñado a criar once hijos, que pa qué le voy a mentir y decirle que me han salido malos, no. No me han salido malos, todos se acuerdan de nosotros”. “Nosotros nos comprometimos bien muchachos, yo apenas andaba por los quince años y mi Pedro por los diecisiete, y se nos dio la locura de irnos por Malinguitas, allá nos fuimos a buscar trabajo. Entonces le dieron trabajo como peón de chacra y a mí de cuidar los hijos de una señora blanca, creo que por eso ahora nuestros hijos nos han abandonado, creo que es como un castigo de Dios, solamente que nosotros regresamos como a los dos años”. “Cada dos años salí embarazada por este bandido, y gracias a Dios que ninguno se me murió, en ese tiempo teníamos bastantes hijos porque muchos se nos morían, y habíamos aprendido de los antiguos que debíamos hacer igual que con la cosecha, un tercio para el patrón, un tercio para las plagas y el resto para nosotros. Menos mal que mi Diosito no reclamó su parte y tampoco ninguna enfermedad me arrancó ninguno de mis hijos. Y todititos los once pudieron sobrevivir. Todos aprendieron un oficio, menos Miguel, el tercero, que quiso dedicarse a la chacra y que fue el primero que se fue con mujer. Ahora ya tengo tres nietos con él. Entonces fue idea de Pedro, de ir construyendo nuestra casita poquito a poquito, y así fue, primero de taraya, luego de quincha y al final de adobe, un cuarto para cada uno de nuestros hijos. Al principio no nos asustábamos cuando se iban yendo uno a uno, pensábamos que iban a regresar cada uno con nuestros nietos a volver a hacer bulla en la casa grande. Y al final quedó la Juana, la menor, que yo pensé que se iba a quedar soltera para cuidar de nuestra vejez, y lo peor de todo es que la muy bandida no nos dijo nada, de la noche a la mañana se mandó a mudar a Lima, con el hijo del albañil que nos construyó la casa. Sin decirnos nada se la robó. Apenas mandó una carta diciéndonos que la perdonáramos, que estaba bien y que estaba embarazada de mellizos. Yo no sé qué cosa le ven a Lima, que todititos se han ido para allá. Y es tan grande esa ciudad que ni siquiera entre ellos se visitan.” Y no podrá creer doctor, que ni el burro rebuzna a ninguna hora del día. Todos los animalitos están tristes, las plantitas se nos han secado, las lágrimas se nos han secado, la hamaca no se mueve ni con el viento, los petates están todos arrumados, apolillados. Y pareciera que estos árboles estuvieran apestados, porque ninguna banda de loros se atreve a alborotar el aire. Por eso estamos aquí, porque hasta se nos ha dado por andar peleándonos entre nosotros, hay días en que ni nos hablamos, que nos damos la espalda y ni siquiera tenemos fuerza para limpiar la casa”.
Después de escucharlos, les digo que en toda la naturaleza no existe ejemplos de leones que agranden sus cuevas para albergar a más cachorros, que no existen nidos de dos ni de tres pisos, que es más, los pájaros, apenas cumplen su misión de procrear, vuelan todos, aun dejando el nido vacío. Entonces les pregunto qué saben hacer y qué desean hacer con tanto tiempo libre. No es tan fácil el proceso de volver a empezar solos, como estuvieron al principio, aunque ahora con más edad.
Ahora sé que después de tiempo, ya no están tan tristes, y que actualmente tienen un próspero negocio de flores. De vez en cuando recibe la visita bulliciosa de los nietos “limeños”, y que nunca falta un jarrón de flores al centro de la mesa del comedor, ni en la percha de sus santos.

martes, 22 de octubre de 2013

Trastorno Ansioso (con conducta de evitación) de la Personalidad

Últimamente por alguna razón que desconozco, acuden pocos pacientes a la consulta. Probablemente por la larga espera en las citas del hospital o por los viajes primaverales de promoción.
Hace pocos días, salí a llamar varias veces y aparentemente no había ningún paciente para mí. Un joven, que estaba sentado en las sillas de la sala de espera, de vez en cuando me miraba cuando salía a llamar.
Hasta que después de una hora, se acercó tímidamente y me preguntó si yo lo había llamado. Verifiqué y le dije que lo había llamado tres veces y cómo fue que no me escuchó.
En realidad sí lo escuché, me dice posteriormente David, un joven de 17 años, próximo a cumplir 18. Pero ese es mi problema, que tengo mucho temor a enfrentarme con las personas adultas, hoy he venido solo, no le he querido decir ni a mi mamá ni a mi papá que me acompañen, tengo mucha vergüenza.
Mientras me contaba lo que le sucedía, recordaba a los personajes de los cuentos “Mi corbata”, de Manuel Beingolea y “Color modesto”, de Julio Ramón Ribeyro. No los recuerdo bien, pero ambos personajes tenían dificultades para realizar relaciones sociales con sus pares.
David decía, en cualquier situación, ya sea en el colegio o en su barrio, él se sentía inferior a los demás, que a pesar de tener el primer puesto de su promoción, se sentía un fracasado, no tenía enamorada, no sabía bailar ni destacaba en los deportes. En cierta medida envidiaba a los muchachos populares del salón. Cuando quería salir a exponer, lo pensaba muchas veces y si por él fuera no hubiera salido nunca al frente de la pizarra. A veces cuando tenía que sostener una posición durante el desarrollo de las clases, aún ahora que ya ingresó a la Universidad, le asaltaba el pensamiento de que su posición no tenía tanto valor como la de los demás. Y si alguien lo contradecía, resultaba dándole la razón y desistía de seguir sosteniendo su idea, llegando muchas veces a cambiarla aun cuando en el fondo supiera que la suya era la correcta.
Generalmente no asiste a las reuniones que organizan sus compañeros de estudios y si alguna vez lo hace, se queda en un rincón, sin animarse a sacar a bailar a ninguna amiga, y peor si es que la chica es desconocida. Cuando alguna vez, instigado por los amigos a que saliera a bailar, se ha visto forzado a hacerlo, mientras estaba tratando de bailar, lo asaltaba la idea de que no lo estaba haciendo bien y que seguramente pronto se burlarían de su baile. Aunque los compañeros no prestaban atención a sus pasos, a veces se tomaba tan en serio sus pensamientos de inferioridad, que en realidad de verdad se le entreveraban las piernas y resultaba cayéndose al piso, con pareja y todo.
Es por eso que vengo, para que usted me ayude. No soporto esta situación, me pongo muy nervioso ante los demás, me sudan las manos, se me acelera el corazón, siento como si mis oídos me palpitaran. Cuando voy a una reunión y alguien toma la palabra yo miro hacia la puerta para ver si puedo retirarme porque al toque pienso que de un momento a otro se va a producir el hecho de que pidan hablar a todas las personas, y que cuando me toque a mi voy a hacer el ridículo.
El martes pasado fue invitado al grupo de terapia de jóvenes y cuando cada uno iba diciendo el motivo por el cual estaban en terapia, yo lo miraba que estaba tranquilo. Cuando llegó su turno le realicé varias preguntas y pudo expresar ante sus doce compañeros que él estaba allí porque tenía miedo de hablar ante extraños, que le era muy difícil y hasta podía ponerse a tartamudear ante todo el auditorio y poco a poco estuvo como treinta minutos expresando de la manera más natural lo que pensaba y lo que sentía. Muchos se sintieron identificados con lo que le pasaba a David. Entonces, cuando terminamos le hice notar que había hablado sin tartamudear ni sentirse nervioso durante 30 minutos ante doce personas completamente extrañas. “Es que ellos también son pacientes”, alcanzó a decir, pero después calló y, con una sonrisa, comprendió que había empezado el proceso de su recuperación.

martes, 15 de octubre de 2013

Emo

Ayer caminando por el Centro de Lima, me crucé con un joven como de 15 años, delgado, vestido de negro, con varios piercings en la cara, expansores en las orejas y algunos tatuajes en los brazos. Pensé que hasta el momento no había visto personas maduras con este tipo de vestimenta; y recordé a Serafín, un joven que tenía 15 años cuando lo vi por primera vez en el año 2005, cuando realizaba la Subespecialidad de Psiquiatría de niños y adolescentes en el Hospital Rebagliati. Por ese entonces, en Lima, las personas se estaban preocupando porque estaba llegando una nueva moda de ciertos chicos y chicas que empezaban a vestirse de negro y a tener un tipo de vida bastante diferente.
Lucía, la madre, vino desconsolada a la consulta preguntándose qué había hecho mal para tener un hijo así, que ya había cortado sus brazos en varias oportunidades. Mi familia está formada en valores cristianos, yo soy cristiana evangélica y siempre le he dado lo mejor a mi familia. Creo que lo peor que pudimos hacer era darle todo lo que pedía, al comienzo no me percaté, pero cuando salíamos de compras siempre me pedía polos y pantalones de color negro, hasta que cuando ya nos dimos cuenta hasta había pintado su cuarto de color negro, el cabello no se lo quería cortar y se tapaba los ojos y no sé cómo puede mirar a través del cerquillo que le tapa toda la cara. Y cuando empezaba a pedirnos dinero le dijimos que se pusiera a trabajar y allí fue que empezó a ir a una tienda donde hacen tatuajes y se reúnen todos los muchachos que se visten así.
Serafín, respondía sin mirar y tenía pintados los ojos con una línea negra. Decía que no necesitaba que lo ayudaran, que se sentía bien estando deprimido, que no quería vivir, que le gustaba la música heavy metal y el hard rock, que estaba molesto porque su madre no le había comprado las zapatillas de marca que había pedido, y que con gran esfuerzo había logrado disminuir tres tallas en la ropa. Usaba un pantalón muy estrecho de eso denominados pitillo, muy ajustados al cuerpo, zapatillas negras con calaveras rosadas, uñas pintadas de negro y decía que si sus padres lo habían traído al mundo, ellos tendrían que soportarlo así como era y que no quería ni estudiar ni trabajar, y que sus padres deberían mantenerlo para toda su vida.
“Con mis amigos nos sentimos bien, salimos en las noches, entre varios porque en Los Olivos, que es donde vivimos, la vez pasada nos persiguieron unos pandilleros, a veces vamos a discotecas con una botella de Punto G o a veces la pasamos mejor en la casa de alguno de nosotros cuando nos enteramos de que sus padres no van a estar. Mis amigos me comprenden. Con ellos me siento bien. Para no engordar, al comienzo vomitaba apenas comía y después llegué a vomitar sin necesidad de hacer ningún esfuerzo. Ahora ya no vomito, simplemente no tengo hambre. No entiendo por qué mis padres me quieren cambiar mi forma de ser. Esta sociedad está podrida, nadie la podrá componer. No tengo ganas de seguir viviendo”.

Serafín inició tratamiento psicofarmacológico, y aun así se hospitalizó varias veces más, casi todas por intento o gesto suicida. Ya tenía cicatrices en ambos brazos y en el abdomen. Mientras tanto los padres acudían puntuales a sus citas y participaban de las Terapias de padres. Realizaron cambios radicales, como cambio de domicilio, aunque al poco tiempo Serafin volvió a tener nuevos amigos Emo; también los padres cambiaron de trabajo para poder compartir más tiempo con sus hijos. La hija menor, de doce años, decía que no le gustaba mirar a su hermano con esas heridas en los brazos. Poco a poco Serafín fue dejando el color negro de sus vestimentas, pero usaba algunos coloridos con calaveras, que también lo identificaban como Emo, llegó a cortarse un poco el cabello, pero seguía lacio y un poco cubriendo la cara. Al cumplir los 18 años perdió el Seguro Social y le perdí el rastro hasta que hace tres meses, recibí un correo electrónico de su madre donde me contaba que actualmente Serafín está estudiando en la Universidad y que se siente mucho mejor, que ya no usa el cabello estilo Emo, que ya tiene amigos diferentes, pero que están preocupados porque sigue escuchando música metálica, que inclusive fue al concierto de Iron Maiden que se realizó en Lima el 2011. Le respondí que no todos los procesos son iguales, que algunos demoran más que otros, pero que lo más importante en Serafín es que se siente mejor y que está siendo productivo. Y lo mejor de todo es que no ha vuelto a hospitalizarse.

Trastorno Límite de la Personalidad

Sussana es una madre joven de 22 años que acude con su menor hijo de 3 años mencionando que el niño no controla esfínteres y que es muy “malcriado”. Después de realizar la Historia Clínica del menor llego a la conclusión de que es la madre la que necesita ayuda. Entonces es que la derivo a Psiquiatría de adultos.
Sussana es hija de padres separados que en su temprana infancia sufrió violencia familiar, de parte del padre alcohólico y de la madre que en cierta forma se vengaba en ella, de todo lo que le padre “la hacía sufrir”. Y Sussana, para lograr las cosas había aprendido a hacer berrinches y algunas veces hasta a desmayarse. Creció odiando a ambos padres y a ella misma. Sus relaciones sentimentales con sus enamorados eran muy cortas y generalmente terminaban porque no le cumplían sus caprichos. Muchas veces los chantajeaba diciendo que se iba a matar, se cortaba los brazos, tomaba veneno o quería tirarse del puente, pero antes de hacerlo avisaba a todos sus familiares. Tres veces fue hospitalizada por ingerir medicamentos ansiolíticos que tomaba la madre. Todas estas veces fue tras haber tenido alguna discusión con sus enamorados.
Cuando conoció a Martín, el padre de su hijo, pensó que era el hombre de sus sueños y se enamoró perdidamente de él. La primera vez él se mostró cariñoso y tierno y se embriagaron de amor. Y así estuvieron enamorados como tres semanas, que vivieron intensamente entre escenas de celos, escándalos y reclamos. Sussana se llegó a cortar los antebrazos cuando vio un mensaje de amor de otra chica en el celular de Martín. Él negó todo y regresaron como enamorados.
Cuando se dio cuenta que no le venía la regla, se realizó un examen para descartar gestación y resultó que estaba embarazada. Ella fue feliz a comunicarle a Martín, y ante un primer momento, Martín lo negó y al final le propuso abortarlo. Entonces ella montó en cólera, empezó a gritar desesperada y golpeó a Martín en la cabeza con una botella. Desde ese tiempo ya no lo ve y está realizando un juicio para reconocimiento de paternidad. Ella vive con la madre y con su hermano mayor. Desde que dio a luz, ha moderado un poco su impulsividad, aunque todavía está muy agresiva con su hijo. Al comienzo le agradaba darle de lactar, pero después se mandó a colocar una ampolla para cortar la secreción láctea, porque decía que le hacía doler las mamas cuando el niño lactaba, que no la dejaba dormir lo suficiente y que se pasaba las noches en blanco por culpa del menor. A los tres meses consiguió un trabajo parcial de 6 horas, pero a propósito empezó a quedarse mayor tiempo en el trabajo, salía temprano de su casa y llegaba tarde para evitar cuidar de su hijo. Al comienzo la abuela cuidaba del nieto, pero cuando empezó a reclamarle que casi ni lo cuidaba, Sussana empezaba a gritar y a hacer escándalos en la casa. Entonces, la abuela, para evitar estos arrebatos de ira, tendía a quedarse callada.
El niño prácticamente fue criado por la abuela, controló esfínteres a los dos años, pero como la madre seguía teniendo decepciones amorosas, problemas en el trabajo, apenas el niño lloraba, lo gritaba e insultaba, aun cuando la abuela lo defendía. El niño empezó a despertarse de madrugada llorando muy asustado, volvió a orinarse y empezó a tartamudear. Prefería dormir en el dormitorio de la abuela.
Un día en que la encontraron tranquila, el hermano y la madre hablaron con Sussana y hasta solicitaron la cita con psiquiatría para el niño, a la cual accedió. Durante la consulta, después de narrar todo lo que le pasaba al niño y a ella, admitió que no amaba a su hijo, que se parecía mucho al padre del niño y que no podía soportar el recuerdo de aquel que la abandonó. Dijo que quería dar en adopción al menor.
La madre de Sussana, que había cambiado de religión, ahora es Testigo de Jehová, y dice que no puede concebir la idea de que una madre no pueda amar a su hijo y que lo quiera regalar. “Algo le está pasando a mi hijita, llega muy tarde a la casa, la llaman muchos chicos diciendo que son sus enamorados y llega mareada a la casa”.

Les explico a Sussana, a su madre y a su hermano, sobre el diagnóstico y sobre la necesidad de que Sussana sea vista y tratada por un psiquiatra de adultos. Me quedo con la esperanza de que mejorará su salud integral.

Trastorno Narcisista de la Personalidad

Marilinda es una adolescente de 16 años que sufre de anorexia nerviosa y se encuentra actualmente en tratamiento. Cuando conocí a su padre, de 48 años, recordé la historia griega de Narciso, en cuya mitología, Narciso desprecia a cuanta doncella se enamoraba de él. Eco, que era una ninfa que había sido condenada a repetir las últimas palabras de aquello que se le dijera, se enamoró de Narciso y cuando éste la despreció, ella, triste y desolada, se ocultó en una cueva y allí se fue consumiendo hasta quedar solamente su voz. Némesis, la diosa de la venganza hizo que Narciso se enamorara perdidamente de su imagen reflejada en una fuente, incapaz de dejar de contemplarse, acabó arrojándose a las aguas y murió ahogado. Dicen que de allí creció una hermosa flor que en honor a su memoria, lleva su nombre.
Y no era que el padre de Marilinda fuera hermoso, sino que llamaba poderosamente la atención su forma de comportarse.
Desde el primer día me dijo que, “como somos colegas, yo ya he estado tratando a mi hija por mi parte, que aunque tengo la especialidad de cirugía general, siempre me ha interesado la psiquiatría y muchas veces hasta corregía a los profesores de esos cursos. Además lo de mi hijita es una cosita muy leve, y ya está mucho mejor, solamente la he traído acá, no porque yo mismo no pueda curarla, sino que su madre dice que mejor es que la vea un psiquiatra en forma oficial. Yo me he leído la obra completa de Freud, ¿sabía usted que Freud le tenía fobia a los helechos, que prescribía y consumía cocaína, que debido al dolor que le producía el cáncer en la boca le pidió a su médico personal que le administrara una inyección de morfina y que fue esto lo que lo mató en 1939? Para que sepa usted coleguita que está conversando con uno de los mejores cirujanos de mi hospital, y como usted sabe, o debe recordar lo que nos decían los maestros antiguos: aquel que solamente medicina sabe, ni medicina sabe. Es por eso que también me gustaba leer mucho de psiquiatría. Yo no soy el jefe en mi hospital porque no quiero, ya que ostento los mejores pergaminos de todos mis colegas. Lo que pasa es que yo no quiero tantas responsabilidades. Solamente para que usted lo sepa, yo domino cinco idiomas, hablo y leo en francés, inglés, alemán, italiano y por supuesto el español. Y le vuelvo a repetir que no he venido a este hospital porque yo lo haya decidido, más bien me hubiera gustado, y creo que sería lo mejor para mi hijita, que la hubiéramos llevado a una clínica particular, pero su madre que es una terca, me obligó a venir para acá. A mí no me gusta esperar, así que le pido, doctor, que para la próxima, así lleguemos tarde, nos haga pasar primero, porque usted sabe doctor, nosotros somos colegas, y yo tengo muchas cosas importantes para hacer y los médicos no podemos estar esperando como los demás pacientes”.
Desde la primera sesión pude apreciar que el padre de Marilinda cumplía con todos los criterios diagnósticos de la clasificación de trastornos mentales DSM IV, para el Trastorno Narcisista de la Personalidad:
Un patrón general (en la imaginación o en el comportamiento), una necesidad de admiración y una falta de empatía, que empieza al principio de la edad adulta y que se da en diversos contextos, tal como lo indican cinco (o más) de los siguientes ítems:
1.- Un sentido grandioso de la propia importancia.
2.-Preocupación por fantasías de éxito, poder, brillo, belleza o amor ideal ilimitados.
3.- Cree que es especial y único y que solo pueden comprenderle, o sólo debería relacionarse con otras personas (o instituciones) especiales o de elevado estatus.
4.- Exige una admiración excesiva.
5.- Tiene una sensación de “estar en su derecho”, es decir, expectativas poco razonables de recibir un trato especial o la anuencia automática con sus expectativas.
6.- Tiende a la explotación interpersonal, es decir, saca provecho de los demás para lograr sus propios objetivos.
7.- Carece de empatía, es decir, es incapaz de reconocer o identificarse con los sentimientos y las necesidades de otras personas.
8.- A menudo tiene envidia de los demás o cree que los demás le tienen envidia.
9.- Presenta actitudes o conductas arrogantes o soberbias.
Desde el primer momento le dije que estábamos en un hospital nacional y que todos los pacientes tienen los mismos derechos y que no por ser colegas iba a permitir que pasara a consulta antes de los que habían llegado más temprano. Y lo mejor fue que cuando acudió a Psicoterapia de grupo, los demás padres y madres, le dijeron, de la mejor forma, todo lo que pensaban de él.

Lo más importante es que Marilinda, pese a todo, sigue mejorando.

Trastorno Paranoide de la Personalidad

Amelia es una adolescente de 16 años de edad, que fue traída a consulta por su madre de profesión enfermera, porque supuestamente tenía problemas de identidad sexual. Después de algunas sesiones, llegamos a la conclusión de que en realidad se trataba de un Trastorno Obsesivo Compulsivo. Amelia le habia dicho a su madre que le atraían sexualmente las mujeres, pero no le había dicho que este pensamiento le atormentaba manana, tarde y noche, y que no podia estar tranquila en ningun lugar. Si estaba en la casa se imaginaba que tocaba a su hermanita de 08 años, si salía a la calle evitaba mirar a las mujeres y desde hacía tres meses había dejado de ir a misa porque le habían venido imagenes pecaminosas con la Virgen María.
Iniciamos el tratamiento farmacológico y a la tercera semana, Amelia había mejorado en un noventa por ciento y al tercer mes todos los sintomas habían remitido, y como parte del tratamiento integral habiamos citado en varias oportunidades a la familia, y el padre, Jorge Bladimir, había dado varias excusas para no asistir.
Primero decía que su hija no tenía nada y que si la seguían trayendo al psiquiatra, se iba a volver loca de verdad. Luego, que estaba haciendo los trámites para jubilarse de la Policia Nacional, después, que había conseguido un trabajo particular como Jefe de Seguridad de una Empresa Importante. Como en el Hospital contamos con Asistenta Social, le solicitamos que realizara una Visita Domiciliaria y le dejara una cita oficial con fecha y hora.
La primera vez que acudió a la cita nos reclamó que porqué habiamos ido a su casa, que solamente había venido para evitar que fuéramos a su trabajo que tanto le había costado conseguir. Que pensaba que su esposa nos había hablado mal de él, que tanto se habia sacrificado por su familia. “No por nada me ascendieron y me condecoraron en el Servicio de Inteligencia, Yo soy una persona ejemplar y no confío en nadie. Ni a mi mujer le he contado lo que hacía en mi trabajo, en el fondo siempre he desconfiado de ella, cualquier cosa que le dijera lo podría haber utilizado en mi contra. En realidad no se puede confiar en nadie. Una vez, solamente una sola vez, en tragos, le confié un secreto a un compañero de trabajo, y al día siguiente todo el mundo en la oficina ya lo sabía, pero le puse su cruz, nunca mas le hablé y no paré hasta descubrir que era un soplón y yo mismo me encargué de que lo expulsaran de la Institución, de esto hace ya como treinta años y, aunque es mi vecino, ni le hablo ni le miro.
Le explico sobre el Trastorno Obsesivo Compusivo que padece Amelia y en forma suspicaz me pregunta: ¨¿Está seguro doctor? porque yo la veo bien, se está preparando para la Universidad y la veo tranquila, ¿no será que su mamá la estará enfermando?¨
Le explico que ya lleva 3 meses de tratamiento farmacológico y que actualmente los síntomas han remitido por completo.
¿Estás segura hijita? ¿No habrán sido imaginaciones tuyas? ¿No te habrán hecho brujería?
Ese día Jorge Bladimir dijo que no estaba de acuerdo con el tratamiento de su hija y que seguramente las pastillas la iban a volver adicta.
Después de un mes sin medicación, Amelia regresó por Emergencia por intento suicida: no podía soportar las imágenes que se le venían a la mente. Y esta vez vino con su padre que seguía suspicaz.
Tuvimos una etapa muy difícil durante las Terapias Grupales de Padres, pero por lo menos Jorge Bladimir aceptó que Amelia continuara con su tratamiento, esta vez por mayor tiempo, ya que había descontinuadodo la medicación.
Agradezco la intervención de los demás padres que me ayudaron a que Jorge Bladimir tomara conciencia de la gravedad de la situación de Amelia, aunque no se diera cuenta de la suya. Lo importante es que Amelia ya se encuentra recuperada y tiene muchos planes para su futuro.

Trastorno Histriónico de la Personalidad

Aunque Rosario del Pilar recién ha cumplido 14 años, y según la Clasificación Internacional de enfermedades, recién se puede hablar de Trastornos de Personalidad cuando las personas cumplen 18 años, ya se podría decir que Rosario del Pilar tiene una clara tendencia a desarrollar un trastorno de personalidad histriónico.
Aunque los motivos de consulta son variados: trastornos de conducta, no obedece a los padres, está oposicionista, desafiante, rebelde y con cambios bruscos de humor, además está enamorada de un chico consumidor de pasta básica de cocaína. Y los padres por más que la quieren controlar ya no pueden. Ella inventa un montón de excusas para salir de casa y sus padres, como han decidido que no pueden con ella, la traen a consulta aún en contra de su voluntad
Al entrar mira desafiante, mastica chicle con la boca abierta, jala la silla un poco hacia atrás y en forma provocativa cruza las piernas, aun teniendo una minifalda muy corta. A cada momento se alisa el cabello pintado con mechones claros, saca de vez en cuando su espejo para mirarse y pintarse los ojos. Y no desperdicia la oportunidad para tratar de seducirme, aun cuando yo podría ser su abuelo. La escucho atentamente y además de decirme que su familia no le permite estar con su enamorado, me dice que en el colegio le hacen bullying, y de repente empieza a llorar desconsoladamente, entre balbuceos dice que nadie la quiere, que mejor hubiera sido no haber nacido, que está harta de ser pobre y que no le compren ropa de marca. Ella ha querido imponer sus ideas en el salón de clases, y al comienzo casi lo logra, pero al ver que empezaban las discusiones entre las compañeras, poco a poco se fueron alejando de ella. Estas dificultades han dado como resultado que se haya desmayado en tres oportunidades en el salón de clases y dos veces más en la casa. En cada ocasión ha habido discusiones previas al desmayo. Los familiares lo califican como convulsiones, pero al realizar la Historia clínica nos damos cuenta de que se trata de meros episodios disociativos, en que al no soportar el estrés, pierde el conocimiento pero sin llegar a convulsionar. Nunca se ha caído de golpe como sí lo hacen quienes sufren de epilepsias, tampoco se ha mordido la lengua, y nunca ha relajado esfínteres, ni anal ni vesical.
Entre los antecedentes, ha tenido maltrato infantil, y el padre siempre le ha complacido en todo, aun en contra de la opinión de la madre. Como el padre trabaja en una mina y viene cada fin de mes a casa, se dedica a compensar el tiempo perdido dándole todos sus gustos, hasta los más inverosímiles, a la adolescente.
Los padres exigen tomografía cerebral, pero ya ha sido examinada clínicamente por el neurólogo, por lo que se considera que no es necesario que le tomen Tomografía axial computarizada.
Rosario del Pilar, descruza y vuelve a cruzar las piernas, se alisa el cabello donde tiene varias plumas de colores, está vestida a la moda y a sus catorce años ya usa maquillaje. De repente sale a conversación que quiere operarse la nariz, aunque muchas personas le han dicho que no tiene nada que operarse. Y me pide un Certificado donde diga que no tiene ninguna contraindicación para operarse. De inmediato le digo que no le puedo extender el Certificado sin antes evaluarla por completo y que de ser posible requeriría ser hospitalizada por corto tiempo para descartar alguna causa orgánica de sus aparentes desmayos.
Al siguiente día de estar hospitalizada llegaron a visitarla tres chicos diciendo que eran sus enamorados, y el equipo terapéutico había dado órdenes de que no tenía visita por una semana. Sin embargo la madre dejó pasar a uno de ellos, que en un momento empezó tal discusión que intervinieron las otras chicas hospitalizadas y Rosario del Pilar quedó en el piso desmayada.
Los exámenes auxiliares resultaron normales, sin ninguna patología y el diagnóstico es que padece de un trastorno disociativo y que además tenía rasgos de personalidad Histriónicos, aun cuando todavía no cumple los 18 años de edad. Se inició el tratamiento farmacológico y el psicoterapéutico. Y por requerir mayor tiempo de hospitalización, fue derivada a una clínica contratada.
Esperemos que mejore poco a poco, con la ayuda de todos y con la colaboración de la familia.