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martes, 27 de agosto de 2013

Retraso Mental con Síntomas Psicóticos

Deyanira es la mayor de tres hermanos. Ella tiene trece años, Mario, el segundo diez y Sergio, el tercero, siete años.
Deyanira nació de parto vaginal en un hospital y tuvo muchas dificultades durante el nacimiento, la madre estuvo sufriendo varios días y como ya tenía sufrimiento fetal, decidieron realizar un parto instrumentado: utilizaron fórceps, que son como dos cucharas grandes para tomar la cabeza del feto y ayudarlo a nacer. Nació morada y demoró en respirar una eternidad. Le limpiaron el líquido verde y no se la llevaron inmediatamente a la madre, sino que más bien estuvo en incubadora durante cinco días.
La madre salió de alta primero y después de varios días le entregaron a su hija. Deyanira tuvo muchas dificultades para pararse, luego para caminar y empezó a hablar a los cuatro años, casi al mismo tiempo en que lo hacía su hermano Mario, que sí nació por cesárea. Como su madre era profesora, la puso en el colegio donde ella enseñaba y allí podía verla y cuidarla. Repetía varias veces el mismo año y muchas veces encontraba que otros niños se burlaban de la simplicidad con que Deyanira veía el mundo. Inclusive los niños menores la enviaban a hacer fuego, o la convencían para gastarles una broma a las profesoras.
Deyanira aprendía lento, pero segura, llegó a tener una magnífica letra redonda y muy clara. Le gustaba dibujar, casi toda su comunicación se realizaba con dibujos. Su madre le compraba un montón de cuadernos para que escribiera y otro montón de cuadernos para dibujar. Lo que más le gustaba era pintar con los colores, ella se sentía muy feliz porque nunca se pasaba de los límites del dibujo, cada parte con su color.
Y así fue creciendo hasta hace siete meses en que su hermano Sergio la encontró golpeándose la cabeza contra la pared del baño y con un cuchillo ensangrentado. La madre asustada corrió donde ella y se dio cuenta que tenía sangre por todos lados y no podía distinguir, en medio de su desesperación, de quién era la sangre, hasta que se dio cuenta que le había venido su menstruación por primera vez. Y que también por primera vez, Deyanira estaba mostrando un comportamiento extraño: nunca se había hecho daño. Durante varios días no pudo dormir y empezó a morderse el dorso de la mano hasta producirse una especie de callos. Por momentos miraba al vacío y gritaba asustada pidiendo que la defendieran de esos niños rojos que le querían hacer daño. Decía que todos esos niños le cantaban en coro que se golpeara la cabeza y si no lo hacía gritaban cada vez más hasta hacerle doler los oídos.
Deyanira fue llevada a emergencia, se le realizaron los exámenes respectivos y se hospitalizó con el diagnóstico de Retraso mental con síntomas psicóticos. Estuvo hospitalizada durante diez días aproximadamente y su madre tuvo permiso para permanecer junto a ella.
Al salir de alta, Deyanira ya no tenía alucinaciones, tampoco se agredía ni se quedaba insomne toda la noche. Actualmente se encuentra con medicación antipsicótica y al decir de sus padres y hermanos, está como antes, haciendo los mismos chistes que hacía. Le gusta salir al parque y de paso lleva a su perrita a jugar con sus hermanos.
Lo que más me gusta de Deyanira, aparte de su recuperación, es, que cada vez que viene a la consulta trae consigo un dibujo especial para mí, lleno de colores. La última vez me ha traído un pavo real con una cola desplegada enorme, de muchísimos colores, que desde la pared en que lo he colocado, tiene la capacidad de quitarle un poco de gris a este frío invierno limeño.

jueves, 22 de agosto de 2013

Agorafobia

Andrés es un joven universitario que dentro de poco cumplirá 18 años, y por lo consiguiente, perderá el seguro social de salud. Está preocupado porque ya no podrá seguir tratándose en psiquiatría de niños y adolescentes. Le proponemos que después de que cumpla los 18 puede seguir tratándose en algún hospital del Ministerio de Salud.
Hace poco tiempo lo hemos diagnosticado de Agorafobia. Está en el quinto ciclo de la carrera de Arquitectura en la Universidad de Ingeniería, y no hubiera acudido a la consulta si no es porque en el último ciclo estaba faltando demasiado a sus clases, simplemente porque tenía miedo a tomar la combi desde Villa El Salvador hasta la UNI. Dice que el miedo empezó cuando fue asaltado hace cinco meses, después de haber terminado de jugar futbol. Recuerda que ese día le habían pateado la rodilla derecha durante el partido y que después se quedó acompañando a sus amigos a tomar unas cervezas. Él no toma nada de licor, solamente se quedó a acompañar a su amigo. Al regresar a su casa desde la cancha del Parque Zonal Huáscar, fueron asaltados por una gavilla de pandilleros que los dejaron sin un sol para el pasaje. Aunque su casa no estaba tan lejos, el camino se le hizo más largo porque le dolía la rodilla para caminar, pero lo que más le causó impresión fue que vio morir accidentado a un joven en el paradero, embestido por una combi. Dice que no se pudo sacar la imagen del joven agonizando. Llegando a casa se puso a vomitar y después se quedó escupiendo, por las puras, durante varios días.
Al día siguiente no tenía ganas de ir a la Universidad, pero su mamá le obligó a que fuera. Se sentó en el asiento posterior, y le parecía que había mucha gente, que le faltaba el aire porque las ventanas le parecían muy chicas, a pesar de que estaban abiertas. Después, al venir por la Panamericana, la combi aceleraba más la velocidad y empezó a latirle más rápido el corazón, y casi no le entraba aire en los pulmones. A él muchas veces le había gustado la velocidad, pero ese día tenía una sensación de que estuviera cayendo rápidamente desde un ascensor. Entonces, no pudo más, y cuando el cobrador se dio cuenta de que estaba tornándose pálido, pagó y se bajó en el paradero del puente Atocongo. Tuvo nauseas, pero no vomitó. Poco a poco se fue tranquilizando, y regresó a casa caminando. Dice que se demoró como una hora en regresar.
Cuando llegó a casa la madre le preguntó qué le pasaba y él solamente se limitó a llorar. Le contó a sus padres que tenía miedo viajar en la combi pero no le creyeron y al día siguiente volvió a probar.
Igual le sucedió. Y estaba preocupado porque ya se venían sus exámenes parciales. Entonces el papá contrató a su compadre para que lo llevara en automóvil, muy despacio, con las ventanas abiertas y acompañado de su madre. Por más que los familiares le decían que nada malo le iba a suceder, él seguía con miedo, y este miedo fue creciendo hasta el punto de imposibilitarlo a salir de la casa, ya no podía salir ni siquiera en taxi.
Después me diría que a la primera consulta se vino caminando desde su casa en Villa el Salvador hasta el distrito de La Victoria, menos mal que ya estaba mejor de la rodilla. Me levanté a las cuatro de la mañana y me vine caminando, mi madre y mis hermanos me quisieron acompañar, pero le dije a mi mamá que me esperara en el hospital, solamente me hizo caso cuando le dije que podría acompañarme mi hermano, es demasiado lejos para que ella pudiera venir caminando.
Ya está en tratamiento farmacológico y psicoterapéutico desde hace un mes y por lo menos ya puede venir a la consulta en taxi. Y aunque le moleste el ruido y los gritos de los niños, ahora tiene más paciencia para esperar su turno.
Espero que aún cumplidos los 18 años, Andrés pueda continuar con su tratamiento y proseguir con su vida normal.

domingo, 18 de agosto de 2013

Alcoholismo

Nicanor es un paciente de 44 años, que desde hace tres años acude a sus citas con regularidad en el Centro Pastoral de la Diócesis de Chulucanas. Y cada vez que lo veo es una gran alegría saber lo bien que le va.
La primera vez estaba desolado, con aliento alcohólico, con las manos temblando, acompañado de su esposa. Me dijo que de una vez por todas quería que lo ayudara a dejar el alcohol, que ya lo había intentado muchas veces, sin ningún resultado.
Y cuando le pregunté para qué quería dejar de consumir alcohol, me respondió que era por sus hijos y por mi esposa aquí presente. Empezó a recitar una innumerable letanía de motivos por los cuales quería dejar de consumir alcohol, desde que a su señora madre, que Dios la tenga en su gloria a mi mamita, le hubiera gustado verlo saludable hasta por sus hijos, que ya están grandazos y les da vergüenza tener un padre borracho como yo. Y ya estaba por contarme de sus tres hijos, que el mayor tiene 26 años y el menor 22, cuando lo interrumpí para volver a realizarle la pregunta: ¿Para qué quieres dejar de consumir alcohol Nicanor?
Ya le dije pues doctor, me respondió.
No; le dije, no me has respondido, yo he preguntado para qué, no he preguntado por qué.
Se quedó callado largo rato y después dijo: para estar sano pues doctor, para tener una vejez tranquila, para trabajar, para disfrutar de la vida, de mi esposa a quien he descuidado y de mis hijos, para que no sigan teniendo vergüenza de tener un padre como yo, que por poco y no me recogen en carretilla para llevarme a mi casa. Y es que ya he intentado dejarlo muchas veces, pero no pasa un día y nuevamente vuelvo a recaer. Le he dado hasta pepas molidas de guabas y nada doctor, añade la esposa.
Nicanor empezó tomando chicha cuando era estudiante del San Ramón, en un tambo camino a Yapatera, recuerda muy bien su primera borrachera porque tenía la barriga inflada y un anciano que iba en burro, sacó un frasquito de la alforja y le dijo: toma un trago de anís para que te baje el barro de la chicha. Y le pareció milagroso que de un momento a otro, el trago de anisado le compusiera el malestar estomacal, pero igual le daba vueltas la cabeza. Recuerda que se dijo en ese momento, y al día siguiente, que nunca en su vida volvería a tomar una gota de alcohol en ninguna de sus formas. Pero poco a poco volvió a tomar, y resultaba mareado, inicialmente para ocasiones importantes como su cumpleaños, hasta después emborracharse por cosas sin importancia, inventando excusas para salir a tomar con los amigos.
Su esposa me dijo, yo pensé que lo iba a cambiar, pero ya ve doctor, llevamos 27 años de convivientes y está peor. Hoy día, para poder venir a la consulta ha tenido que tomarse un trago de cañazo, es que si no lo hago me tiembla todo el cuerpo y las manos, y no me dan ganas ni de levantarme, me duele todo el cuerpo, interrumpió Nicanor.
Al comienzo yo era el supermán, tomaba y tomaba y me reía de mis amigos y les decía que tenían cabeza de pollo porque ellos rápido se mareaban y yo demoraba y aguantaba bastante. Desde hace tres años ya me mareo solamente con una cerveza y todos los días tengo que tomar para poder seguir trabajando en la mecánica. Si no tomo no puedo dormir, ni tampoco puedo coger las herramientas porque me empiezan a temblar las manos.
Me he dado cuenta de que ya no puedo más y que necesitamos ayuda. Es por eso que hemos venido a verlo, doctor, me suplicaba acongojado.
Hace tres años empezamos el tratamiento y le advertí que tendría algunas molestias que probablemente le durarían una semana, le dije que en un mes yo regresaría a Chulucanas y que cualquier cosa me podría llamar por teléfono. Y le dejé las recomendaciones de que no frecuentara a los “amigos” con los cuales consumía, que dejara de pasar frente a los chicheríos o cantinas donde antes consumía, que dejara de escuchar la música con la cual acompañaba el beber cerveza, y que no llevara dinero consigo, que durante un tiempo, todo el dinero que ganara, iba a ser administrado por la esposa.
Le dejé medicación para evitar el síndrome de abstinencia, y, gracias a Dios, que Nicanor resultó ser un paciente disciplinado, que ahora, después de tres años, sigue en abstinencia y esta vez no solamente acude con su esposa, sino que también viene con sus tres hijos y hasta con los nietos.
Es una alegría enorme ver recuperados a los pacientes. Ellos a veces piensan que los médicos hacemos milagros, cuando en realidad son ellos mismos los que hacen todo el trabajo de su recuperación.

jueves, 8 de agosto de 2013

Psicoterapia: Una palabra tuya bastará para sanarme

Muchas veces, en todas las áreas del campo médico, nos bastaría con escuchar atentamente al paciente e intervenir con la palabra adecuada en el momento adecuado.
Y en el área específica de la Salud Mental, el uso de la palabra es fundamental. A medida que ha transcurrido el tiempo, en distintos espacios se ha querido dar soluciones de acuerdo a sus circunstancias, por lo tanto existen cientos de diferentes tipos de psicoterapias.
Todas ellas tienen el común denominador de usar la palabra, para producir cambios en los pensamientos, sentimientos y en la conducta de las personas.
Hace varios años, un psicólogo llamado Richard Bandler, junto al lingüista John Grinder, decidieron averiguar qué tenía en común el éxito de los tres más grandes terapeutas de su época. Estudiaron la técnica hipnoterapéutica de Milton Erickson, a Virginia Satir, especialista en Terapia de Familia, y a Fritz Pearls, creador de la Gestalt. Cada uno de estos terapeutas era muy bueno en su campo, y obtenían excelentes resultados con sus psicoterapias.
Fue entonces que Richard Bandler y John Grinder decidieron averiguar qué tenían en común estos tres grandes terapeutas y, después de un paciente y prolongado trabajo se dieron cuenta de que, lo que tenían en común, era la forma en cómo usaban la palabra, el lenguaje verbal.
Este trabajo lo plasmaron en su primer libro denominado: La estructura de la magia, donde dan cuenta que lo que hacen los terapeutas es solamente el uso adecuado de las palabras. Por ese entonces, Noam Chomsky lanzaba su teoría de la gramática generativa.
En resumen, el aprender a desaprender el uso que le hemos estado dando a la palabra, nos llevará a un estado saludable.
Usamos la palabra para relacionarnos con los demás, acerca de nuestro medio ambiente que nos rodea, mientras más fidedignos seamos, más saludables estaremos, mientras más distorsionemos el lenguaje, más nos alejaremos de la realidad, y por lo tanto, de nuestra salud.
Mientras distorsionamos el lenguaje, distorsionamos la realidad. Existen varias formas de distorsionar el lenguaje, una de ellas es la generalización, como cuando decimos “nunca”, o “siempre”, “todos”, “nadie”. Muchas veces escuchamos decir: “Es que todo el mundo tira basura en la calle”, a lo que solamente preguntamos ¿Todo el mundo? ¿Has llegado a conocer a todo el mundo? Otra expresión parecida es cuando dicen: “todas las mujeres son iguales”, lo cual no es real, porque una sola persona no podría tener el conocimiento del comportamiento de todas las mujeres del mundo, solamente de aquellas con las cuales se ha interrelacionado. Una expresión común es “nunca nadie me ha dado cariño, por eso es que yo soy muy seco”.
Una segunda forma de distorsión del lenguaje es la omisión, en la cual la persona emite una opinión donde falta una parte de la información, por ejemplo cuando dicen: “en mi trabajo no me hacen caso”, en esta frase falta información, y nosotros preguntamos: “¿Quién específicamente de tu trabajo no te hace caso?”
La tercera forma de distorsionar el lenguaje es la simplificación excesiva de lo queremos decir, o cuando creemos leer los pensamientos de la otra persona o cuando sin preguntar, suponemos cosas que no son reales. Por ejemplo: “Esta mañana mi jefe no me ha saludado, eso significa que no está contento con mi trabajo”. A lo que preguntamos: ¿Nunca te ha sucedido que has olvidado saludar a alguien?, ¿Nunca has estado preocupado por tu familia u otros asuntos?” o simplemente, “¿Cómo relacionas el hecho de que no te salude, creas que no está contento con tu trabajo?”
En la práctica, la psicoterapia adecuada consiste en escuchar atentamente al paciente e intervenir haciendo preguntas adecuadas en el momento preciso para acompañar al paciente en su proceso de cambio.

De regreso a la Escuela

El día de ayer lunes 4 de marzo miles de escolares han regresado al colegio y muchos niños han pisado las aulas por primera vez.  Y es precisamente a causa de que su hija mayor no quería ir al colegio el año pasado, es que una madre consultó desesperada porque este año empezaría a asistir su hijo menor. La madre decía que no quería que se repitiera lo que le pasó a su hija mayor, que durante varias semanas la niña lloraba para no ir colegio, largaba lastimeros llantos cuando era llevada a la fuerza al colegio y antes de que se retirara la madre, la niña se aferraba con tanta fuerza a la puerta del colegio que a la madre se le desgarraba el corazón y al final terminaba por llevar a su hija a la casa. La primera vez la dejó allí sin importar que llorara y según la madre, que vivía a siete cuadras del colegio, decía que mientras realizaba las labores de la casa lograba escuchar el llanto de la hija. Desde aquella vez, la niña se volvió malhumorada, volvió a orinarse en la cama y, la mayor parte de las noches se despertaba lanzando un alarido y luego se volvía a dormir. Menos mal que encontró una profesora muy comprensiva que iba a visitarla a la casa, y algunas veces llevaba a algunos niños con uniforme escolar a la casa de la niña. Empezaban juegos que poco a poco terminaban en el colegio.
Y esta vez la madre consultaba desesperada cómo hacer para que no sucediera lo mismo con el hijo menor.
Entonces, desde diciembre,  planteamos unas excelentes vacaciones útiles a los dos hermanos. Tres días de piscina, dos días de juegos de pelota y todos los fines de semana toda la familia se iba de paseo al campo o a la playa. Y ya desde entonces la madre y el padre le empezaron a hablar con entusiasmo sobre las bondades del colegio, de los nuevos compañeritos que conocería, de la profesora que le enseñaría y de todo lo nuevo que aprendería. El niño empezó a interesarse por las cosas nuevas y acompañó a su madre a visitar las librerías, los sitios de venta de uniformes, de zapatos, y cada vez que le mostraba alguna cosa le decía: mira esto vas a usar en tu colegio. Hasta que poco a poco, la transición de la casa al colegio fue imperceptible y más bien se creó una gran expectativa hacia lo que iba a venir. El niño participó en comprar la mochila, los útiles escolares, ayudó a forrar  los cuadernos, a pegar figuritas, a oler los cuadernos y libros nuevos. La hermana también ayudó al hermano en su nueva etapa.
Ayer en la tarde me llamó la madre emocionada para decirme con la voz temblorosa, que la más nerviosa había sido ella. Que el niño se desprendió fácilmente de su mano, y empezó a jugar con los demás niños, que siendo aún extraños, jugaron como si se conocieran de toda la vida. Ella se quedó hasta que la profesora los hizo formar y les empezó a enseñar una canción que la madre recordó haberla cantado alguna vez cuando niña.
De regreso el niño ni bien llegó a casa, le empezó a contar todo lo que habían hecho durante las clases, que le había gustado el recreo y empezó a nombrar a la totalidad de sus nuevos amigos y compañeros. Me dijo que el menor ya estaba dispuesto a arreglar sus útiles para el día siguiente y que esta vez no le importaba que en un solo día hubiera ensuciado y roto el uniforme. Era preferible todo esto a lo que le sucedió con su hija mayor.
Y es que no todas las personas nos adaptamos con la misma facilidad al cambio. Algunas demoran más otras demoran menos en adaptarse. En este caso depende también de la conducta que reforzamos en nuestros niños. No es conveniente utilizar la palabra colegio como un castigo, sino más bien como un estímulo para ser mejores hombres y mujeres en un futuro cercano.
Va desde aquí mi agradecimiento y mis felicitaciones a todos aquellos maestros, forjadores de muchos futuros, que con toda su dedicación, trasladándose hacia los lugares más alejados contribuyen con la educación de nuestros hijos.

Bulimia Nerviosa

Hace poco vi a un adolescente que padecía Anorexia Nerviosa, y en menos de una semana, he visto a Estelita del Pilar, una adolescente de 17 años. En el momento en que leí el tenor de la Interconsulta, pensé que se habían equivocado de especialista. Nos llamaban del tópico de cirugía y la adolescente en mención, tenía un cuerpo extraño en el estómago, y además nos pedían la evaluación por sospecha de un trastorno de conducta alimentaria.
Cuando llegamos a verla, ella estaba acompañada de sus padres, abuelos, tíos y primas. Y cuando llegué pensaron que era el cirujano que la iba a operar y me miraron angustiados, me preguntaron si la operación iba a ser laparoscópica o si en este hospital de máxima complejidad podría realizarse la extracción del cuerpo extraño mediante endoscopía.
Al presentarme presenté ante la familia, como psiquiatra, miré que todos retrocedían varios pasos, para volver a la carga, “pero doctor, quién le ha dicho que mi hijita, decía el abuelo, se ha vuelto loca”.
Les expliqué que el psiquiatra no necesariamente atiende pacientes que ellos llaman locos, sino que todo tipo de pacientes en algún momento de sus vidas requieren del  conocimiento profesional de un médico psiquiatra. Que nosotros como especialistas vemos muchos tipos de problemas que aquejan a las personas.
Empecé a realizar la historia, Estelita del Pilar, una chica de 17 años, contextura mediana, 1.70 de estatura, estaba despierta, orientada en tiempo, espacio y persona y me narró con lujo de detalles el incidente de cómo fue a parar el cepillo de dientes dentro de su estómago.
“Hace mucho tiempo, desde que tenía trece años, me dijeron que estaba gorda y decidí bajar de peso. En ese entonces leía todos los artículos de las revistas de belleza, donde aparecen chicas muy delgadas y bonitas viviendo una vida saludable, y yo quería ser como ellas. Y me hice amiga de una chica que estaba estudiando como modelo y ella fue la primera que me enseñó a contar las calorías. Y ella sí tenía un carácter de fierro, si ella se decidía no comer, podía aguantar varios días sin comer, solamente tomando pequeños sorbos de agua. Yo estaba muy ansiosa, yo quería llegar a tener ese tipo de voluntad. Y deseaba tener un cuerpo como el de ella. Pero lamentablemente no podía. Un día dejé de comer dos días seguidos, solamente tomaba limonada sin azúcar y al tercer día recaí: en mi casa habían preparado unos tallarines con salsa verde y mi mamá sabe que yo muero por ese tipo de tallarines. Apenas mi madre terminó de preparar la comida, y solamente con ganas de probar un poquito de esos tallarines, no sé cómo, sin querer, terminé comiéndome toda la olla de tallarines, dejando a mis hermanos sin comida. Menos mal que mi mamá no se molestó y mando a comprar pollo a la brasa. Pero allí, apenas terminada la olla de los tallarines, empezó mi angustia. Me parecía increíble que hubiera hecho eso. Rápidamente me fui al baño y vomité todos los tallarines que había comido.”
“Y allí empezó mi calvario, después de varios días de ayuno, recaía y me atragantaba con paquetes grandes enteros de galletas y me las comía todas. Y todo lo que había bajado lo recuperaba en un instante. El vestido que me quedaba el sábado pasado, ya no me quedaba en una semana. Primero metía mi dedo hasta el fondo de la garganta, pero parecía insensible. Hasta que esta mañana, después de haberme comido 18 panes, no resistí y fui al baño a vomitar, no podía vomitar porque ya había pasado como una hora del atracón, así que cogí el cepillo de dientes y me estimulé el vómito, y no sé cómo, que pasó tan rápido, resultó que me tragué el cepillo de dientes, y por eso estoy aquí.”
En realidad, Estelita del Pilar, tenía otras alteraciones orgánicas propias de la bulimia: tenía los dientes desgastados, casi sin esmalte, por el vómito frecuente, su regla era irregular, y el cabello lo tenía quebradizo. Además había aprendido a usar diuréticos para orinar más y medicamentos laxantes para realizar deposiciones diarreicas.
La familia al comienzo no aceptó el diagnóstico, y apenas se le realizó la extracción del cuerpo extraño mediante endoscopia por la boca, no aceptó la hospitalización en psiquiatría y dijeron que la traerían por consulta externa.

Hasta ahora no la traen, esperemos que la familia y la paciente tomen conciencia de enfermedad, por el bien de ella y de todos.

Dar es dar

Para los que profesamos la religión católica, la Semana Santa tiene un hondo significado, tenemos la oportunidad de reencontrarnos con nosotros mismos y de reafirmar la esencia del Ser humano: la de mirar al próximo como a nuestro hermano y a toda la especie humana como una gran fraternidad.
La semana pasada tuve la oportunidad de escuchar una cita de Erich Fromm, de su libro “El arte de amar”. Y cada vez me convenzo más que en una biblioteca tenemos la libertad y el gozo de conversar con lo más selecto de la inteligencia humana, especialmente con aquellos que vivieron mucho antes que nosotros. Su vida, sus creaciones, sus pensamientos se encuentran en los libros que nos han legado.
Erich Fromm nos dice que, el amor es una actividad, no es un afecto pasivo; sino que es un sentimiento con el que vivimos a diario. Y que el carácter activo del amor es fundamentalmente dar y no el de recibir. Muchas personas piensan que el dar significa «renunciar» a algo, privarse de algo, sacrificarse. Otras personas piensan que el dar está ligado a las orientaciones del mercado: yo doy sólo a cambio de recibir. Para estas personas dar sin recibir significa una estafa. “Algunos piensan que el dar es un empobrecimiento, por lo que se niegan generalmente a hacerlo. Otros hacen del dar una virtud, en el sentido de un sacrificio. Sienten que, puesto que es doloroso, se debe dar, y creen que la virtud de dar está en el acto mismo de aceptación del sacrificio. Para ellos, la norma de que es mejor dar que recibir significa que es mejor sufrir una privación que experimentar alegría.
Sin embargo, para las personas maduras, el carácter productivo del amar, del dar, posee un significado totalmente distinto: constituye la más alta expresión de potencia. Se complementa al ser humano con la manifestación más excelsa de sus emociones: el amor. En el acto mismo de dar, experimento mi fuerza, mi riqueza, mi poder. Tal experiencia de vitalidad y potencia exaltadas me llena de dicha. Me experimento a mí mismo como desbordante, pródigo, vivo, y, por tanto, dichoso. Dar produce más felicidad que recibir, no porque sea una privación, sino porque en el acto de dar está la expresión de mi vitalidad. Sin embargo, la esfera más importante del dar no es la de las cosas materiales, sino el dominio de lo específicamente humano. ¿Qué le da una persona a otra? Da de sí misma, de lo más precioso que tiene, de su propia vida. Ello no significa necesariamente que sacrifica su vida por la otra, sino que da lo que está vivo en él -da de su alegría, de su interés, de su comprensión, de su conocimiento, de su humor, de su tristeza-, de todas las expresiones y manifestaciones de lo que está vivo en él. Al dar así de su vida, enriquece a la otra persona, realza el sentimiento de vida de la otra persona al exaltar el suyo propio. No da con el fin de recibir; dar es de por sí una dicha exquisita. Pero, al dar, no puede dejar de llevar a la vida algo en la otra persona, y eso que nace a la vida se refleja a su vez sobre ella; cuando da verdaderamente, no puede dejar de recibir lo que se le da en cambio. Dar implica hacer de la otra persona un dador, y ambas comparten la alegría de lo que han creado. Algo nace en el acto de dar, y las dos personas involucradas se sienten agradecidas a la vida que nace para ambas. En lo que toca específicamente al amor, eso significa: el amor es un poder que produce amor.”
Esta cita de Fromm, me recuerda a muchas personas. A un amigo que fue trasplantado de riñón, lo perdió y luego, su madre generosamente le donó uno de sus riñones. A un padre que donó parte de su hígado para su hijo que recién empieza a vivir. A todas las personas con las que me cruzo a diario cuando van sonriendo y felices a donar sangre para seres queridos y para seres que no conocen.
Y también me recuerda a nuestro Padre que nos regaló lo más preciado que tiene: su hijo. Que al ser hijo del mismo padre, viene a ser nuestro hermano, que a su paso por esta tierra nos enseñó a ver las cosas de manera diferente, nos enseñó a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Nos enseñó a amar a toda la humanidad.
Hoy agradezco al Gran Creador por la vida en sí misma y por el hecho de compartirla con los seres que quiero.

Agradezco especialmente por haber nacido en este hogar llamado Tierra.

miércoles, 7 de agosto de 2013

La literatura y la salud mental

Hace aproximadamente tres años, un joven, que estaba hospitalizado por sentir intensos deseos de morir después de haber terminado su relación sentimental con su enamorada, me miró con asombro porque después de haber estado prácticamente durmiendo durante una semana, un compañero suyo le había prestado un libro de cuentos, y como al descuido empezó a leerlo y en uno de ellos encontró que tenía cierto parecido con lo que estaba viviendo. Para él fue como una revelación.
Y recordé muchos aspectos en que la palabra escrita había cambiado muchas vidas, recordé todas las lecturas que en su debido momento marcaron etapas en mi vida.
Los primeros tiempos de Las mil y una noches, las múltiples historias de la Mitología griega, los libros de nuestro gran Gabriel García Márquez y aquellos de aventuras de Julio Verne. Todos aquellos libros diferentes y parecidos, en cierta forma habían llegado, cada uno, a su debido tiempo. Vertí muchas lágrimas con Mi planta de naranja lima, reí de muy buena gana con La tía Julia y el escribidor, me volví detective meticuloso con Agata Cristhie, poeta con Vallejo, Neruda, César Calvo y con mi amigo Lucho García López, me volví un ser anodino y citadino con Julio Ramón Ribeyro. En suma, viví vidas diferentes a través de los personajes de cada libro. Y también con la vida de sus autores a través de sus obras. Así me enteré de los sufrimientos de Herman Hesse, de las dificultades para escribir de nuestra Clorinda Matos de Turner, de aquellos que elevaron al país como una bandera en el aire y que murieron jóvenes en la espesura de la selva o de aquellos eruditos como Jorge Luis Borges, quien decía que siempre imaginaba que el paraíso sería algún tipo de biblioteca.
Ahora, mirando en retrospectiva, estoy contento con haber conocido escritores de carne y hueso, en mi tierra, la Asociación de escritores José María Arguedas, en la patria grande como el poeta Marco Martos y más allá en el otro lado del mundo, en Sevilla, donde siempre de buen humor está mi amigo, el escritor José Quesada Moreno.
Y no solamente de literatura vive el hombre, también de las experiencias propias de cada escritor, como aquel título inmenso que daría origen a una de las más grandes escuelas de psicoterapia, como es la logoterapia, creada por Victor Frankl, aquel judío austriaco que escribió El hombre en busca de sentido, donde narra su experiencia atroz en varios campos de concentración nazis y en todos sus esfuerzos que hizo para sobrevivir ante tanta barbarie.
Hoy es 23 de abril y en esta fecha celebramos el Día del libro y además recordamos el fallecimiento de tres de los más grandes escritores: Miguel de Cervantes Saavedra por la lengua española, William Shakespeare, por la lengua inglesa y de nuestro mestizo biológico y espiritual de América, el peruano Inca Garcilaso de la Vega.
Y es que a través de los libros podemos beber el conocimiento acumulado de la raza humana y podemos conversar, si queremos, con lo más excelso del conocimiento humano, aún cuando los respectivos autores, ya hace tiempo han dejado de existir en este plano terrenal. Basta con abrir un libro y el autor empezará a hablar a través de las páginas y nosotros podemos empezar cada aventura, en el momento y en el tiempo que queramos.
Es por eso que no me sorprendiera mucho que, después de haber estado prácticamente durmiendo toda una semana, aquel adolescente se acercara con su rostro iluminado, con el libro en la mano, como si estuviera ante una revelación, diciéndome que con ese cuento había aprendido mucho más, que durante toda su vida vivida, que ese libro lo había reconfortado espectacularmente.
Sus padres, que estaban separados, se juntaron para pedirme que lo mantuviera hospitalizado durante un par de semanas más. Tenían miedo de que su hijo adolescente cometiera alguna locura. Tuvimos algunas sesiones más con el joven y con la familia antes de darle de alta.
Hoy, no me arrepiento de haber tomado la decisión de un alta pronta, y me alegro mucho cuando me entero de que está conquistando el mundo con sus logros. Poco a poco, pero con su propio esfuerzo.
Todo, gracias a los libros.

Madre por adopción

Este segundo domingo de mayo, en que en todo el Perú se celebró el Día de la Madre, he tenido varias satisfacciones, la mayor de ellas fue reconocer a un joven que hace aproximadamente nueve años se enteró de que era un hijo adoptado.
“Tenía 14 años, mi papá me llamó y me dijo que era hora de que me enterara de algo muy importante, de que ellos eran mis padres adoptivos y que mis vecinos eran mis padres biológicos. Nos abrazamos y nos pusimos a llorar junto con mi mamá. Yo ya sospechaba algo, pero no me importaba, solamente me dedicaba a jugar. No me interesaba que mis apellidos sean diferentes a los de mis hermanos. En ese momento fue como una revelación, me di cuenta de muchas cosas, aún de aquella cuando tenía nueve años y me fui a jugar al corral de mis vecinos y por casualidad le hice una herida al que ahora era mi hermano mayor, es que yo era muy pleitista. Fue entonces en que mi padre biológico tomó el chicote y me marcó la espalda. En ese momento yo pensaba que lo merecía. Al regresar a casa, yo no dije nada, algo me decía que no dijera nada, que de todas maneras yo me merecía tremenda beteada. Me fui caminando despacito a mi casa, mi madre apenas me miró ya sospechaba algo. Y en la tarde justo cuando llegaba mi papá de la escuela, mi madre me dijo que la tina estaba lista para el baño, que esta vez no quería correr para perseguirme para bañarme y yo me saqué la camisa y me quedé en short. Fue entonces cuando mi madre lanzó el grito y me preguntó que quién me había dejado tan lastimada la espalda. Yo solamente me dediqué a temblar y me puse a llorar. Entonces se acercó mi papá y me preguntó de nuevo. Yo con voz temblorosa le dije que había sido el vecino. Nunca le había visto los ojos chispear a mi papá, con grandes trancos que resonaron en mis oídos, fue a sacar de su hamaca al vecino y yo escuchaba como entrecortado, es que tú no le has enseñado a respetar, y mi padre, qué respeto ni qué respeto, esta será la última vez que le pones una mano encima a mi hijo. Porque la próxima te la verás conmigo. Mi padre vino con las manos con sangre. Y cuando a los 14 años, me contó que mi vecino era mi padre biológico, me di cuenta de muchas cosas, y en vez de agradecimiento, sentí mucha cólera por todo este engaño. Quería saber muchas cosas, por qué mi madre biológica me había regalado. Mis padres adoptivos me dijeron que lo pensara, pero yo terco dije que me quería ir a vivir con mis verdaderos padres. Mis papás se pusieron a llorar. Pero ya en la casa de mi madre biológica, ella me contó que por el tiempo en que yo nací, mis padres estaban separados y mi padre desconfió de su paternidad, y a mi madre no le quedó mayor solución que darme en adopción con mis apellidos de origen, a sus vecinos. No aguanté más de siete meses en mi nueva casa. Extrañaba a mis hermanos, extrañaba a mi mamá, a mi papá, que todas las noches se despedían con un beso de buenas noches. En las mañanas me preguntaban cómo había dormido, cómo me iba en el colegio. Así que volví a hablar con mi madre y me dijo que la casa estaba siempre abierta para mí, que cuando yo quisiera podría volver. Así que ni tonto ni perezoso, me volví con todas mis chivas a mi casa de siempre”
“Mi madre ha estado conmigo desde que era muy pequeño, siempre tenía una caricia para mí, me recogía del suelo, me limpiaba y me llevaba a la cama. Se preocupaba cuando me enfermaba, cuando tenía fiebre, y sobre todo, lo más importante es que me trataba igual que a mis demás hermanos. Nunca me he sentido diferente. Mi madre lo es todo para mi, y me gustó mucho cuando, después que regresé a casa, mi madre me miró a los ojos, me tomo del rostro y me miró con tanta ternura que me deshizo el corazón; suavemente, con su voz melodiosa, me dijo: yo no te habré llevado nueve meses en mi vientre, pero hasta ahora, hijo mío, te he llevado y te llevaré para siempre, en mi corazón… para siempre.”
“Decidí terminar de estudiar la secundaria en Sullana y ahora estoy estudiando en la Universidad, además estoy trabajando en las mañanas, pero nunca me olvido de mis dos padres y de mis dos madres. Doy gracias a Dios por haberme dado cuatro padres maravillosos y casi 24 hermanos. Estoy en contacto con todos ellos y los quiero mucho. A veces mi madre biológica se pone un poco melancólica, y me pide perdón, pero yo le digo que no tiene porqué hacerlo, que la vida es así.”
“Ahora, mi gran sueño, cuando termine mi carrera, es hacer un Orfanato, donde le podamos dar mejores oportunidades a muchos niños que no tienen a sus padres. Ese es mi gran sueño”
Entonces yo me alejo contento de haber conocido a esta maravillosa persona, le deseo lo mejor en la vida, y que se cumplan sus sueños.

Secretamente, le agradezco a aquella madre que sin serlo de sangre, crió a un hombre de bien, un hombre libre y de buenas costumbres.